Buenos muchachos, espacios conflictivos
Antonio de Jesús Barragán Bórquez, estudiante del Doctorado en Desarrollo Regional del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), realiza una investigación en la que busca comprender los significados y prácticas que inciden en la configuración de identidades masculinas alternativas a la delincuencia en barrios con alto índice delictivo de Guaymas, Sonora.
El joven investigador parte de que, de acuerdo a cifras oficiales, en los últimos años la región metropolitana de Guaymas-Empalme ha sido identificada como una de las zonas más peligrosas del país, en razón de la reproducción de eventos y hechos violentos vinculados con la criminalidad organizada, cuya distribución es desigual en términos demográficos y geográficos, toda vez que su concentración se manifiesta entre la población de varones adultos-jóvenes y en espacios históricamente caracterizados por su grado de marginación.
Como parte de su estudio, Barragán Bórquez entrevistó a un grupo de informantes clave con residencia en algunas de las zonas catalogadas como inseguras/peligrosas en Guaymas. Aunque aún se encuentra en el análisis de los primeros datos, sus primeras observaciones respecto de los significados sobre el barrio y la ciudad señalan las transformaciones sociohistóricas que han ocurrido en estos lugares. “Antes proliferaban las pandillas, robos, asaltos y vandalismo, lo que afectaba severamente a estas comunidades, elevando su sentimiento de inseguridad”.
El sociólogo subrayó que, con base en las respuestas de sus entrevistados, surge una contradicción y ambigüedad muy interesante, pues, aunque actualmente estas colonias/barrios concentran los eventos de violencia criminal organizada, las personas que ahí viven expresan sentirse más seguras que antes. Entonces, referirse al delito en estos espacios, desde el imaginario de los respondientes, es referirse a la delincuencia común, que es la que les afecta de forma más directa que aquella vinculada con la delincuencia organizada.
La identificación de estigma social
Los barrios estudiados históricamente han sido afectados por las violencias estructurales como la marginación, pobreza, desigualdad, falta de servicios y deficiencias en la infraestructura, lo que hace a estos espacios tener un bajo valor comercial como zona residencial. Además, por la proliferación de grupos de esquina (pandillas), que han tenido una presencia importante desde los años ochenta, se ha venido configurando una forma de valorar negativamente estos lugares como espacios de inseguridad. Esto es importante, pues existe una vinculación entre esas viejas violencias y las nuevas, referidas estas últimas a los eventos relacionados con el crimen organizado.
Contrastes entre la convencionalidad y el crimen
En los discursos brindados por los entrevistados, Barragán Bórquez encontró que la vida cotidiana de estos lugares expresa un contraste entre la convencionalidad (la vida no criminal) y el crimen, donde los delincuentes son los menos, pues es un fenómeno que, aunque presente, es residual.
Más bien, puntualizó, lo que se presenta es una forma de coexistencia entre ambos ámbitos, entre los ciudadanos comunes y corrientes, y aquellos que reproducen las distintas formas de criminalidad y antisocialidad. Esto es relevante pues describe la manera en que coexisten las expresiones que configuran tanto la paz como la violencia.
Una reputación no criminógena
Sucede algo curioso cuando los informantes señalan sentirse seguros en estos lugares debido a que “todos le conocen”; ello habla de que existe un proceso sociocultural muy importante ocurriendo allí. Ese reconocimiento que obtienen de los demás como personas de “bien” es lo que hace que ellos puedan ingresar a cualquier hora a estos lugares, que puedan estar en la madrugada en las calles y sentirse seguros, a diferencia de lo que puede experimentar el foráneo. Ese “todos me conocen”, en términos teóricos, es un recurso (capital) que les otorga cierto prestigio (valor simbólico) ante los demás, y que incide en la construcción de una reputación no criminógena.
La modificación de las formas de violencia y crimen
Los eventos de violencia y criminalidad de hace quince años se relacionaban con las riñas, pandillas, uso de navajas, golpes y, en menor medida, homicidios, casi siempre vinculados con la actividad de pandillas. Esos eventos destacaban en la “nota roja”. En los últimos siete años la situación ha cambiado, pues ocurren hechos vinculados con el crimen organizado, lo que hace que las expresiones de la criminalidad cambien en la localidad, y con ello la forma en la que la ciudadanía piensa el crimen.
Modelos de masculinidad
La experiencia de vivir en un barrio/colonia considerada como peligrosa o insegura dota al sujeto de una diversidad de puntos de orientación para la construcción de su masculinidad, tanto del orden convencional como del orden antisocial-delictivo, lo cual hace que en estos espacios circulen diferentes modelos de masculinidad, mismos que funcionan como vectores de sentido para el sujeto, es decir, puntos de orientación para la construcción de su identidad.
La tesis doctoral de Antonio de Jesús Barragán Bórquez aún se encuentra en curso y espera enriquecer sus hallazgos en los próximos meses. Su trabajo de investigación es dirigido por Guillermo Núñez Noriega, académico de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD.