Ciberagresiones en adolescentes: un problema urgente
La tecnología ha transformado la manera en que interactúan las personas, especialmente para las juventudes que ahora pasan gran parte de su tiempo en entornos digitales. Sin embargo, aunque las Tecnologías de la Información y la Comunicación han brindado nuevas oportunidades, también han dado lugar a problemas como el ciberacoso, la suplantación de identidad, las estafas y la sextorsión, entre otros.
Un problema global que ha surgido con fuerza entre las y los adolescentes es la ciberagresión, la cual abarca un amplio espectro de comportamientos dañinos que se realizan por medio electrónicos (Corcoran et al., 2015); un aspecto poco explorado es cómo los sesgos o prejuicios sociales influyen en estos comportamientos.
En México, un país donde el 72% de la población de seis años en adelante utiliza internet, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (Endutih), el fenómeno de las ciberagresiones no es ajeno. En 2020, por ejemplo, 21% de las personas usuarias de internet reportaron haber experimentado algún tipo de ciberagresión en los últimos doce meses, y fue el segmento poblacional de 12 a 29 años al que le sucedió con mayor frecuencia (Inegi, 2021).
Formar parte de ciberagresiones, ya sea como víctima, agresor o espectador, se ha asociado con problemas de salud mental, depresión, uso de sustancias, ideación suicida y otros problemas sociales, emocionales y psicosomáticos. Estas consecuencias se multiplican cuando la ciberagresión es motivada por un “sesgo” (Earnshaw et al., 2018), lo cual aumenta casi ocho veces más el intento de suicidio.
Este tipo de agresión fundada en “sesgos” se refiere a acciones dañinas dirigidas a determinados individuos, basadas en su pertenencia real o percibida a un grupo estigmatizado, como raza, etnia, religión, género, orientación sexual, edad o discapacidad. La investigación sobre este tipo de ciberagresión es un enfoque reciente, con pocos estudios publicados hasta la fecha, y aunque este es un problema reconocido internacionalmente, la investigación en el sur global, incluido México, ha sido aún más limitada.
Pese a que la mayoría de la literatura sobre estos problemas proviene de países más desarrollados, la poca investigación existente sugiere que la agresión basada en orientación sexual, expresiones de género atípicas, raza o etnia ocurre en magnitudes similares en México y América Latina. La cultura arraigada de machismo y la aceptación parcial de las agresiones a las minorías en nuestro país impactan este fenómeno. Evidencia de este tipo de violencia es el estudio de Baruch-Domínguez y sus colaboradores (2017), quienes encuestaron a estudiantes de la comunidad LGBTQ+, donde el 48.8% de estudiantes que forman parte de esta comunidad manifestaron haber recibido comentarios homofóbicos.
La mayor parte de la literatura ha explorado las consecuencias y experiencias de las víctimas, así como la prevalencia general del fenómeno. La falta de atención a los agresores, en el contexto de la ciberagresión y la ciberagresión basada en sesgos, crea un vacío en nuestra comprensión de los factores subyacentes que impulsan estas conductas, limitando así la eficacia de las estrategias de prevención e intervención
Un estudio realizado en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) donde se entrevistó a 1,695 estudiantes de educación media, aborda esta brecha (Navarro-Rodríguez et al., 2023). Esta investigación reveló que el 30% de los estudiantes (n = 509, en donde 313 fueron hombres y 196 mujeres) había agredido cibernéticamente a algún compañero, además de que, de este total, el 8.6% perpetró ciberagresiones basadas en algún sesgo, pudiendo ser por raza, género, discapacidad u orientación sexual.
Entre las personas agresoras motivadas por algún prejuicio, se encontraron variaciones significativas, según factores demográficos. El 35.1% de las y los agresores de segundo grado de educación media reportó que su agresión por medio electrónico se había basado en un sesgo, en comparación con el 22.5% correspondiente al tercer grado. También fue significativo el género, donde los hombres superaron a las mujeres en más del 15% en el grupo basado en sesgos (35.1% hombres, 17.9% mujeres).
Cuando se exploraron los sesgos específicos detrás de la agresión, la ciberagresión basada en raza fue la más reportada (15.12%), seguida por la basada en alguna discapacidad (12.57%). Las y los estudiantes que decían agredir con base en el género (5.5%) reportaron que agredían más frecuentemente a sus víctimas, seguidos(as) por quienes reportaron agredir motivados(as) por la orientación sexual de las victimas (5.5%); es decir, quienes agreden por estos motivos lo hacen en repetidas ocasiones.
Asimismo, las y los estudiantes que realizaron ciberagresiones con base en sesgos reportaron haber experimentado emociones como felicidad o placer al saber que su objetivo estaba sufriendo, en porcentajes significativamente más altos que aquellos(as) que no tuvieron motivación por algún sesgo.
Comprender las motivaciones
Este estudio proporciona una visión única de la ciberagresión en adolescentes, enfocándose principalmente en aquella que ha sido motivada por algún sesgo. Los resultados subrayan la importancia de comprender las motivaciones y emociones asociadas con este comportamiento.
El estudio también señala que el sesgo basado en género y la orientación sexual es una motivación que causa ciberagresiones repetitivas, destacando la necesidad de abordar estas preconcepciones en los programas de intervención y prevención. Además, la alta prevalencia de emociones positivas reportadas por los perpetradores con sesgo destaca la complejidad psicológica detrás de este comportamiento y la importancia de estrategias preventivas basadas en la empatía y la educación.
Comprender las motivaciones y los factores contextuales que influyen en aquellas personas que realizan actos de ciberagresión basada en sesgos proporciona una visión integral del fenómeno. Al examinar a las y los agresores podemos identificar patrones de prejuicios arraigados y factores individuales y sociales que contribuyen a la agresión.
Este enfoque no sólo permite abordar las consecuencias directas de la ciberagresión, sino que también facilita la creación de programas de prevención adaptados a las características específicas de quien realiza el daño. Esto es, al entender las motivaciones detrás de la ciberagresión basada en sesgos es posible trabajar hacia la construcción de entornos en línea más seguros y fomentar una cultura de respeto y aceptación, contrarrestando así los comportamientos perjudiciales y promoviendo la inclusión en la sociedad digital.
Referencias
Baruch-Domínguez, R. (2017). 2da. Encuesta nacional sobre violencia escolar basada en la orientación sexual, identidad y expresión de género hacia estudiantes LGBT en México. Arcoíris, El Closet de Sor Juana, Inspira, Cojess, Espolea.
Corcoran, L., Guckin, C. M. y Prentice, G. (2015). Cyberbullying or cyber aggression?: a review of existing definitions of cyber-based peer-to-peer aggression. Societies, 5(2). https://doi.org/10.3390/soc5020245.
Earnshaw, V. A., Reisner, S. L., Menino, D. D., Poteat, V. P., Bogart, L. M., Barnes, T. N. y Schuster, M. A. (2018). Stigma-based bullying interventions: a systematic review. Developmental Review, 48: 178-200. https://doi.org/10.1016/j.dr.2018.02.001.
Inegi. (2021). Módulo sobre ciberacoso (Mociba) 2020. Principales resultados. Inegi.
Navarro-Rodríguez, C. D., Vera Noriega, J. A. y Bauman, S. (2023). Bias-Based cyberaggression in northwestern mexican adolescents: associations with moral disengagement. the journal of early adolescence, 43(1): 110-135. https://doi.org/10.1177/02724316211058064.
Autora: Christián Denisse Navarro Rodríguez, egresada del doctorado en Desarrollo Regional, bajo la dirección académica del profesor José Ángel Vera Noriega, investigador de la Coordinación de Desarrollo Regional.