Consumo de sodio e hipertensión
El sodio es un elemento indispensable para el desarrollo de varias funciones fisiológicas; entre estas, la regulación del volumen de los líquidos corporales. Su adecuada concentración en el organismo está estrictamente regulada por los riñones, de modo que ante una baja ingesta de sodio, el organismo mantiene el equilibrio con una excreción urinaria baja y eleva la excreción cuando el consumo es elevado.
El sodio se encuentra en varios alimentos como la leche y la carne, pero su consumo principal es a través de la sal. Entonces, el sodio es aportado por la sal agregada durante la preparación de los alimentos, por el consumo de alimentos ultraprocesados (tocino, jamón, quesos, etc.), condimentos preparados (salsas de soya, salmuera) y por la incorporación elevada en la dieta diaria de panes, pasteles, bebidas azucaradas y más.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda para adultos un consumo de sal menor a 5 g/día (2 gramos de sodio) para reducir la presión arterial alta y, así, el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Se estima que en 2017 murieron casi 18 millones de personas por enfermedades cardiovasculares como el ataque cardíaco y los accidentes cerebrovasculares.
En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2016) la prevalencia de hipertensión es del 25.5% y el consumo de sal es de 7g/día en mujeres y 9g/día en hombres. Si se atendiera el consumo de sal recomendado, los casos de hipertensión se reducirían de manera importante y así las muertes asociadas.
De igual manera, una disminución drástica en el consumo de sodio, insuficiente para alcanzar los niveles normales en sangre aun con las medidas de retención realizadas por los riñones, implica un elevado riesgo de mortalidad en personas con insuficiencia cardíaca.
En personas con presión arterial normal existe un bajo riesgo de que al consumir más sal se eleve la presión arterial, pero es oportuno señalar la importancia de mantener un nivel de ingesta adecuado que prevenga riesgo de exceso y de deficiencia, como cualquier otro nutriente.
Entre las estrategias orientadas a disminuir el consumo de sal, se indican la siguientes: 1) preparar los alimentos en casa, con una considerable disminución en la cantidad de sal agregada y adicionando en su lugar condimentos y especias para dar sabor a los alimentos, 2) disminuir el consumo de alimentos procesados (carnes frías, hamburguesas, sopas instantáneas, salsas, verduras enlatadas, etc.). En general, en los productos alimenticios procesados es común que el contenido de sodio sea excesivo y el de potasio deficiente y ambos casos son factores de alto riesgo de hipertensión.
El nuevo etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados (modificación a la NOM-051-SCFI/SSA1-2010) incluye una etiqueta frontal de advertencia con uno o hasta cinco octágonos negros, que permite visualizar de manera rápida el exceso de sodio, azúcares, calorías, grasas saturadas y grasas trans, según corresponda al producto. Igualmente, incorpora información sobre ingredientes que representen un riesgo a la salud.
De esta manera, el consumidor podrá elegir los alimentos sin excesos al contar con la información clara, veraz, sencilla y directa de los nutrimentos críticos antes mencionados.
Entonces, partiendo de que son varios los factores de riesgo de hipertensión no modificables (herencia, edad y sexo, con mayor riesgo en mujeres), el hecho de asegurar el cumplimiento de la ingesta de sodio, a través del uso de cantidades adecuadas de sal al preparar los alimentos en casa y al seleccionar alimentos procesados, se logrará disminuir el riesgo de hipertensión o, en su caso, apoyará las medidas de control.
Colaboración de Rosa Olivia Méndez Estrada, investigadora de la Coordinación de Nutrición del CIAD.