El titular del Laboratorio de Ecofisiología del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), Juan Pablo Gallo Reynoso, informó que el litoral de Guaymas es una zona que sirve de alimentación para las ballenas aleta, jorobada, gris y orca que viven a lo largo del golfo de California, y que existen evidencias de apariciones de estos mamíferos durante las cuatro estaciones del año.
Gallo Reynoso, quien además es profesor investigador de la Coordinación Regional Guaymas del CIAD, subrayó que la costa local es una zona importante de alimentación para estos ejemplares marinos, al igual que Puerto Vallarta, Los Cabos, La Paz, isla Ángel de la Guarda, Alto Golfo y, aunque en menor proporción, también se han observado en San Diego, California, EE. UU.
“Hay fotografías que demuestran la presencia de la ballena aleta, la jorobada (la cual es la misma que se presenta en Puerto Vallarta) y la gris (aunque estas son raras en esta zona). Además, se tiene registro de dos machos orcas que visitan esta zona desde hace diez años”, expuso.
Las orcas, mencionó, se alimentan de lobos marinos, barrilete, mantarrayas, delfines y calamar gigante; este último, al parecer, le resulta una especie más exquisita, ya que debe buscarla hasta a cuatrocientos metros de profundidad, donde se ubican las ballenas cachalotes.
Los estadounidenses que practican la pesca deportiva en San Carlos, Sonora, o salen a pasear en sus yates, indicó, son quienes mayormente han logrado documentar fotográficamente a los mamíferos y, en algunas ocasiones, estas imágenes no llegan a las manos de los investigadores.
Sin embargo, con los estudios que ha realizado el CIAD, dijo, se ha logrado establecer el avistamiento de estas cuatro especies y algunas con presencia constante en la búsqueda de alimentos en esta zona.
“Todas esas ballenas hacen un círculo alrededor del golfo de California para salir en busca de la variedad de alimentos grandes”, apuntó.
No resulta benéfico para los cetáceos que se promueva su presencia en la costa local, porque el sector turístico no conoce las normas que regulan su protección y la interacción humana puede ahuyentar a estas especies si se sienten amenazadas.
Colaboración de Yesicka Ojeda, reportera de El Imparcial
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