¿Qué pasaría si los habituales resfriados, las infecciones diarreicas o fiebres se volvieran intratables, o si una simple operación ambulatoria se infectara poniendo en riesgo la vida de las personas?
Estos serían momentos apocalípticos. Aunque todavía no llegamos ahí, estamos cerca de que las llamadas “medicinas milagrosas”, los antibióticos, como los conocemos actualmente, dejen de funcionar.
Los antibióticos, usados desde la década de los años cuarenta, han salvado millones de vidas gracias a su capacidad de impedir el avance de bacterias patógenas, evitando que generen infecciones. Sin embargo, esta acelerada forma de vivir que tenemos, donde no existe el tiempo para el reposo o para hacer pruebas de laboratorio confirmatorias que permitan identificar el agente causal, donde lo que prevalece es la automedicación, ha dado lugar al desarrollo de bacterias que no responden a los antibióticos que antes eran eficaces.
Estas bacterias han desarrollado estrategias genéticas y metabólicas para contrarrestar la acción de los antibióticos, adquiriendo resistencia, inclusive multirresistencia a estos fármacos, y cada vez tenemos menos opciones para curar las infecciones.
Los datos que proporcionan los científicos estiman que, si para el año 2050 no contamos con nuevos fármacos, podrían morir diez millones de personas cada año en el mundo por la acción de bacterias resistentes. De hecho, esto ya lo estamos viviendo. La sepsis causada por el Staphylococcus aureus meticilino resistente (MRSA, por sus siglas en inglés), la tuberculosis que genera el Mycobacterium tuberculosis y los fallos renales que la Escherichia coli O104:H4 provoca, son algunas de las bacterias multirresistentes que generan muertes.
Los científicos llevan años advirtiendo sobre el riesgo de quedarnos son antibióticos efectivos, y también tratando de identificar los mecanismos que las bacterias utilizan para desarrollar resistencia.
Sin embargo, más allá de la ciencia, están los usos y costumbres que por años hemos cimentado. Es decir, no se puede entender la resistencia bacteriana sin el mal uso que le damos a los antibióticos. Una gran proporción de personas que cursan por cuadros diarreicos, febriles o respiratorios se automedican usando antibióticos que guardan en el botiquín del hogar, mientras que las personas que asisten al médico tienen la esperanza de recibir una dosis de antibióticos, por lo que se sorprenden, incluso se enfadan, si salen de la consulta con las manos vacías. Con cada infección que tratamos sin necesitar estos fármacos, con cada tratamiento que no tomamos como se indica, estamos haciendo cada vez menos eficaces a los antibióticos.
México es uno de los pocos países de Latinoamérica que ha establecido un plan nacional para combatir la resistencia a los antibióticos. Esto a través de la regulación de la venta de antibióticos sin receta. Sin embargo, aún prevalece la automedicación, sobre todo las que realizan personas que viven en área remotas y que no tienen acceso a un médico para un tratamiento, pero sí disponen de antibióticos en casa.
Por eso, es muy importante que cualquier regulación de venta de antibióticos vaya acompañada de una campaña permanente de concientización. Se debe educar a la población, a los médicos y a los farmacéuticos.
Se sugiere no seguir los consejos de familiares para ingerir algún antibiótico. Recuerde que cualquier síntoma, por más leve que sea, responde a un problema, por lo que no se deben usar antibióticos sin la prescripción médica, ya que podría enmascarar otros síntomas y dificultar la labor del profesional médico y del personal del laboratorio clínico a la hora de actuar.
La mejor manera de usar un antibiótico (si es necesario), es asistir al médico para que este ordene los análisis clínicos pertinentes donde se incluya el aislamiento del agente causal y el antibiograma que permita identificar el antibiótico a recetar.
Los pacientes deben atender las recomendaciones del médico y este observar los resultados de las pruebas clínicas efectuadas para emitir el tratamiento adecuado y, finalmente, el paciente debe terminar el tratamiento aun cuando los síntomas hayan cesado previo a la fecha de término.
Colaboración del Dr. Cristóbal Chaidez Quiroz
Laboratorio Nacional para la Investigación en Inocuidad Alimentaria
Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD)
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