De hongos y salud pública
Desde el inicio de la contingencia sanitaria por el SARS-CoV-2, mucho se ha hablado de las posibilidades de una nueva pandemia en el futuro próximo debido a los efectos del calentamiento global. Y es que este fenómeno es un hecho y sus efectos parecen difíciles de detener a corto plazo. Sin embargo, no solo los climas están cambiando, sino también la distribución de las especies que viven en los ecosistemas.
Una nueva serie de ciencia ficción llamada de “The Last of Us” pone bajo la lupa una nueva posibilidad poco contemplada entre el público general: una pandemia por un hongo. Y es que los hongos patógenos tienen entre sus particularidades la infección en sujetos inmunocomprometidos, la resistencia al tratamiento y dificultades para la generación de vacunas. Además, las infecciones oportunistas suelen tener muy mal pronóstico en pacientes frágiles.
¿Son los hongos un motivo de preocupación como para una nueva pandemia tal como lo sugiere la serie?
Una de las cosas que hemos aprendido de la ciencia ficción es que a veces funge como un puente entre el presente y el futuro. De los libros de Isaac Asimov, por ejemplo, hemos obtenido básicamente algunas predicciones de lo que iba a suceder en nuestros días. Sin embargo, es importante entender que algunas cosas que se presagian exceden la realidad y los hechos. Cordyceps sp. es un patógeno de insectos, especie-específico que habita generalmente en climas tropicales; no genera enfermedad en los humanos. Sin embargo, hay que tener en claro que en los seres vivos ocurren mutaciones frecuentemente, pero no todas son exitosas como para prevalecer. De hecho, este es uno de los mecanismos que permiten a los seres vivos adaptarse al ambiente que les rodea y, a la vez, uno de los que ha dado origen a la diversidad que observamos en los organismos vivos que habitan el planeta.
Respecto a esto, es importante mencionar que este tipo de adaptaciones generalmente ocurren en períodos de tiempo muy largos y no en unos cuantos años. Las mutaciones ocurren con distinta velocidad en distintos organismos. Por ejemplo, en general los hongos mutan más lento que los virus y bacterias, aproximadamente 100 millones de veces menos rápido (10-8 – 10-10 sustituciones por par de bases por generación en Edwards y Rhodes, 2021), de ahí que veamos epidemias y pandemias más frecuentemente por virus. De esta manera, parece racional no preocuparse tanto (pero no desestimar del todo esta posibilidad), ya que al final son producto de la ciencia ficción.
¿Todos los hongos son perjudiciales para el ser humano?
La realidad es que los hongos pueden encontrarse en todas partes: en el ambiente, en el agua, en los alimentos e, incluso, en nuestro propio cuerpo, como parte de la microbiota. De hecho, estos son imprescindibles para la vida en la tierra, tal como la conocemos, ya que son organismos que se dedican a la descomposición de materia orgánica y que cumplen un rol muy importante en el ciclo del carbono y el nitrógeno. Además, el humano se beneficia de estos para la obtención de fármacos, alimentos como algunas setas, bebidas como la cerveza, yogur fermentados, el pan y los quesos madurados, entre otros. Por tanto, no todos los hongos pueden infectar a los humanos y no hay que estigmatizarlos al borde del pánico.
¿Qué pasa con los hongos que ya son actualmente patógenos para humanos?
En el ámbito de la salud parece más urgente preocuparse por hongos que sí son patógenos y perjudican nuestra salud. Se sabe que solo una pequeña parte de todos los hongos en el mundo realmente son nocivos para el humano; una gran limitante es la temperatura corporal, que les es adversa para su invasión (Sun et al., 2020). Entre los hongos patógenos están los dermatofitos (aquellos que atacan cabello, piel y uñas), hongos oportunistas (e.g., Candida sp) y hongos sistémicos (e.g., Histoplasma capsulatum). Sin embargo, aunque algunos de estos tienden a generar infecciones que no pasan de molestias, dolor o afección estética en sujetos inmunocompetentes, otros pueden causar infecciones potencialmente mortales. De hecho, algunas cepas de estos han generado resistencia a los tratamientos, lo que demuestra su posibilidad de adaptación y un potencial riesgo para la salud. En diciembre del año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una lista de hongos patógenos prioritarios que requieren mayor esfuerzo en vigilancia y pruebas de laboratorio, inversión en investigación e intervenciones en salud pública. De tal manera que ya tenemos hongos que sí generan enfermedades y a los cuales prestar atención.
¿Existen hongos de importancia regional a los que los sonorenses debamos prestar atención?
En Sonora, Coccidioides sp. es uno de los hongos a los que más hay que prestar atención, ya que es endémico del estado y circula en el medio ambiente. Se trata del patógeno que ocasiona la llamada fiebre del valle, una enfermedad, frecuentemente asintomática, que en ocasiones puede generar síntomas similares a una gripe o hasta una neumonía. De hecho, este hongo está incluido en la lista de patógenos prioritarios de la OMS en la categoría de riesgo medio. Sabemos de la presencia de Coccidioides sp en Sonora desde 1948, cuando el Dr. Gastón Madrid describió casos de coccidioidomicosis pulmonar en Hermosillo, Sonora. Sin embargo, hoy en día, conocemos poco del estado epidemiológico de esta enfermedad debido a que no se registra obligatoriamente.
El último dato que tenemos es el de Dávila y colaboradores en 2018, quien reportó reactividad de coccidioidina muy similar a la registrada por González-Ochoa, 55.4%-63.9% con fluctuaciones estacionales a lo largo del año. Se sabe por reportes en Estados Unidos que su incidencia fluctúa de acuerdo con la precipitación anual y la estación del año. Por ejemplo, las temporadas de calor acompañadas de viento, que acompañan a un año muy lluvioso, favorece su diseminación y se acompaña de más infecciones (Weaver y Kolivras, 2018). Otro factor que favorece la infección es el contacto con tierra; por ejemplo, en aquellos empleos que involucran su manipulación, como la agricultura, la minería y la construcción, los cuales son muy activos en nuestra región.
¿Existe algo que podamos hacer para prevenirla?
La educación es clave para la prevención. Primero que nada, es necesario recordar que las artroconidias del hongo viajan en el ambiente; es su manera natural de dispersión, por lo que algunas medidas razonables para evitar la infección es resguardarse del contacto con el polvo y evitar respirarlo, como en el caso de las tormentas de arena, las cuales son frecuentes en nuestra región. Algunas medidas de protección que se han propuesto han sido el uso de mascarillas y cubrebocas para personal que manipule tierra en su trabajo o que esté expuesto al medio ambiente en el campo. Finalmente, alguna de las medidas que han demostrado efectividad previamente es la concientización sobre la enfermedad al público general y a la comunidad médica. Uno de los problemas más grandes de la enfermedad es que es fácilmente confundible con otros padecimientos respiratorios, por lo que antes suele sospecharse de otras afecciones similares. Una sociedad alerta de esta enfermedad permite acortar los tiempos de detección, disminuir visitas recurrentes al médico y evitar complicaciones.
Colaboración de María Auxiliadora Islas Osuna, investigadora del CIAD, y José María Gastélum Cano, estudiante del doctorado en ciencias.