Las abejas son básicas para la vida y su contribución inicia al facilitar la alimentación de humanos y animales cuando polinizan las plantas, pero la contaminación ambiental globalizada en menos de diez años ha reducido su población, de tal manera que investigadores zootecnistas del CIAD, como Alejandro Romo Chacón, han logrado técnicas para ubicar y erradicar las enfermedades de estos insectos.
Hay tres tipos de abejas: las obreras, los zánganos y las reinas, en distintas especies, y existen, aproximadamente, sesenta mil individuos por colonia. Las abejas cuentan con uno de los sistemas comunitarios más perfectos en el reino animal, observó Romo Chacón.
Sólo las abejas reina pueden reproducir a la especie con la fecundación de los zánganos, y son creadas especialmente y criadas con jalea real, toda vez que su encomienda es poner alrededor de mil huevecillos diarios, describió.
La diferencia para detectar que una reina nacerá es que el tamaño de su celda es más grande, pero los apicultores recomiendan reemplazarlas cada año para iniciar una nueva generación, mientras que los zánganos dependen de la floración y por ello las bajas temperaturas del primer trienio anual hacen que estos no existan, apuntó.
Una obrera vuela para inspeccionar el área de flores donde puedan realizar la polinización en un radio de dos kilómetros y sus antenas dan coordenadas a manera de instrucciones de vuelo sobre la distancia a recorrer y el flujo de néctar que habrá en ese sitio.
“De hecho, la colonia se armoniza, se ordena, por medio de una hormona que libera la reina, quien vive de dos a cuatro años, luego de que la larva de la que nace fue criada durante 16 días, aproximadamente, pero junto con todas las demás que fueron cultivadas”, describió.
“Es ahí donde la batalla más cruenta comienza, pues si nacen dos, pelean entre ellas, y la que sobreviva dirigirá la colmena. Pero si una nace antes de tiempo, primero que las demás, va y destruye todas las larvas para existir sólo ella. La jalea y la cera son producidas sólo por ella, mediante la secreción especial de las glándulas de su abdomen”, añadió Romo Chacón, quien ha liderado la investigación para preservar las colmenas de abejas.
Las abejas no solo producen la tan cotizada miel, la cera, el propoleo o la jalea real, cuyas propiedades nutritivas son únicas y sirven para decenas de opciones, sino que son básicas en el ciclo alimenticio al polinizar las plantas, resaltó el investigador, quien precisó que la mejor flor para que se alimenten es la de manzano.
Cuando ellas recogen el polen del árbol frutal, producen la mejor calidad de miel; aunque su labor va más allá, toda vez que son las polinizadoras del ochenta por ciento de las plantas en el mundo, mientras que el veinte por ciento restante queda a cargo de otros insectos, puntualizó.
Por tal motivo, el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), en conjunto con productores apícolas como Arnulfo Ordóñez, dueño de la empresa Miel Norteña, y colaboradores estadounidenses, han llevado a cabo investigaciones sobre las enfermedades que dañan la vida de las abejas, así como para producir reinas que incrementen su población.
“En las principales localidades dimos asesorías respecto a cómo pueden introducir a sus reinas y cómo inseminarlas; también trabajamos con apicultores de Delicias y Cuauhtémoc, y capacitamos las granjas grandes como en Casas Grandes, Parral, Jiménez”, comentó.
En las nueve localidades chihuahuenses que disponen de un Sistema Producto de Apicultores suman alrededor de doscientos los involucrados en la reproducción de reinas para preservar esta especie.
Al momento en que una abeja reina pierde la vitalidad, la colonia lo nota cuando en tres días consecutivos no expidió la hormona que controla la colmena, y al igual que si se lastima un ala, una pata o no pone huevos, ya no sirve más y es sacrificada o expulsada del grupo, abundó.
En el caso contrario, cuando la colonia sobrepasa el cupo de la colmena, estas migran hacia otro sector; tal estrategia es denominada enjambrazón.
Por tal motivo, el procedimiento para revisar la sanidad de un “alza”, que es el cajón donde se concentran los panales y que son elegidos según la temperatura que puedan conservar, es detectar si hay disminución en el número de abejas, y para renovarla debe dejarse huérfana.
Para reproducirlas, la colmena se deja huérfana y a los tres días se hace un traslarve, que significa colocar a una obrera en una copa celda artificial hecha de plástico, para depositar un huevecillo en cada una, y así es seleccionada la que tenga en tres días para que sea alimentada con jalea real; si es aceptada inicia el monitoreo, detalló el apicultor.
“En las celdas se da una preparación de una semana para que maduren sexualmente; tomamos zánganos para analizar el semen y checamos si está listos para, con una aguja, extraerlo de entre ocho a diez zánganos, y con el que se comienza a inseminar a la reina”.
“Con estos proyectos hemos colaborado en la formación de estudiantes de maestría y licenciatura para que desarrollen sus propias colmenas. Una vez que es inseminada entra a un monitoreo y nosotros cruzamos las especies de carniolas con las italianas; para combinarlas se ponen en un bastidor para la cría de zánganos y en veinticuatro horas ya tenemos centenares de ellos”.
“Otro proyecto realizado fue el del control del hectoparásito Varroa, que es uno de los ácaros más dañinos. Para ello hemos utilizado aceites esenciales de orégano, principalmente, el cual se coloca encima, y con unos motores el aroma se libera e interrumpe la reproducción de ácaros; es una manera orgánica o biológica de control”, dijo.
Refirió que su equipo, de los primeros en hacerlo en el país, concentró una investigación a través de detección de células moleculares, gracias al uso de plantas como la gobernadora y el romero, con lo que se corroboró que el agente patógeno era norteamericano.
La calidad de la miel de abeja depende de la zona en la que estén, debido a la floración que tendrá disponible. “La producción se mide por colmena y puede llegar a cinco alzas, en las que cada una da ocho litros de miel por temporada: de septiembre a octubre en Cuauhtémoc, y otras en mayo”, refirió.
“Las abejas obreras recolectan el néctar, lo depositan en las celdas y lo cubren con cera. Para que podamos cosechar, debe de haber un sesenta por ciento de operculadas; si la retiramos antes, debido a la humedad se puede fermentar”, observó.
Respecto a los mitos alrededor de uno de los alimentos naturales más completos, informó que no hay manera de detectar tan solo con la vista si la miel es natural o artificial, ya que algunas son alteradas con jarabes, fructuosas o almidones, pero su coloración, sabor y consistencia son iguales.
“Para diferenciarla tendríamos que hacer pruebas de laboratorio. Hay mieles naturales que son oscuras y tiene un sabor a piloncillo, pues vienen de los gatuños, y la gente piensa que, como detectó otro sabor, ya son artificiales, pero son reales; por ello es muy difícil diferenciarlas”, enfatizó.
Determinar características de la miel de Chihuahua es otro de los pendientes que se tienen, afirmó, por lo que analizarán y concentrarán tanto las vitaminas como los minerales y demás propiedades que concentre para hacerla única.
“La miel es su propio alimento como reserva cuando las abejas no tienen con qué abastecerse, y es el hombre el que lo aprovecha. Un apicultor puede obtener de una colmena jalea real, propoleo, polen, miel, cera. Es uno de los alimentos más ricos por sus micronutrientes que nosotros no podríamos sintetizar, concluyó Romo Chacón.
Tomado de La Crónica de Chihuahua, con la colaboración de Heidi Rodríguez.