Diálogo de saberes como política de investigación en la era del antropoceno
En el ámbito de la comunidad científica ambientalista se ha propuesto que la época actual se denomine como una Era Geológica del Antropoceno, con el fin de llamar la atención del impacto humano sobre los sistemas que sostienen la vida en nuestro planeta. Surge a partir del reconocimiento de que ya estamos en la sexta extinción masiva de la biodiversidad, la disrupción del ciclo hidrológico y un cambio climático. Son fenómenos globales interrelacionados asociados a la actividad humana, con particular intensidad en los últimos doscientos años, período en que el sistema económico capitalista/industrial avanza sobre el mundo de manera dominante, y que si bien se tiene registrado crecimiento demográfico sin precedente, también ha detonado nuevas vulnerabilidades sociales en aquellas comunidades afectadas por el rezago, la pobreza y la discriminación.
El Diálogo de Saberes es una propuesta que reconoce la diversidad biocultural como un legado de la memoria de la humanidad. Este acervo implica diversidad de modos de relación sociedad/naturaleza, los cuales están entramados en cosmologías singulares compuestas por saberes, prácticas y creencias. Por ello, diversos organismos de las Naciones Unidas han identificado que los territorios de los pueblos indígenas del mundo –en México y en Sonora también–, generalmente presentan mejores condiciones de conservación de sus ecosistemas, y que por lo tanto estas comunidades son estratégicas en materia de seguridad climática, hídrica y alimentaria.
En este sentido, se exhorta al Diálogo de Saberes como política de investigación de ciencia y tecnología. Ya se cuenta con un marco jurídico que tiene como fundamento los derechos universales de los pueblos indígenas, reconocidos a nivel internacional y nacional. Se busca el bienestar comunitario en el marco de su libre autodeterminación. En México, el tema biocultural ya es parte del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 y del consecuente Programa Sectorial de Ciencia y Tecnología, lo que a su vez se refleja en los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnolgía (Conacyt).
El Diálogo de Saberes puede plantearse de múltiples maneras. Va más allá de los formatos clásicos de la investigación interdisciplinaria, aplicada y participativa, aunque no los descarta; tampoco descarta el formato de investigación básica. Significa el reconocimiento de la subjetividad implícita de las relaciones interculturales guiadas en primera instancia por el marco epistémico de la “cosmología de la comunidad”, cuya singularidad principal consiste en el reconocimiento de la trama de la vida en su compleja interconexión de la humanidad como parte de esta. Es imprescindible guiarse por la agenda política contemporánea de los pueblos.
México es un gran país, tiene el segundo lugar mundial en riqueza biocultural; su acervo se funda en 364 lenguas originarias y en su megadiversidad biológica. El estado de Sonora también es una maravilla. Observemos, por ejemplo, una pequeña comunidad de esta entidad (¡mil habitantes!), cuyos saberes son endémicos a nivel global. Son los comcaac, mejor conocidos como seris, y que contribuyen con su cosmología Hant iti hayai quiij hapéte quih cmis (en su lengua materna), el cmique iitom. Esta cosmología se propuso como marco epistémico de dos proyectos de investigación Pronace donde participa el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD): “Seguridad hídrica en los complejos bioculturales de México” y “Seguridad energética, hídrica y alimentaria para pueblos originarios en regiones costeras semiáridas del norte de México.
El principal obstáculo del Diálogo de Saberes es nuestro etnocentrismo científico. Aprendamos a identificarlo para relacionarnos de otra manera e integrar como marco investigativo a la “cosmología de la comunidad”.
Colaboración de Diana Luque Agraz, investigadora de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD.