El cuidado de la tierra, imperativo reflexivo detonador de acción social en todo proceso educativo
Cada 22 de abril se conmemora el Día de la Madre Tierra, fecha que nos motiva a reflexionar cuán importante es para la vida y para la humanidad entera. Desde el inicio y fin de nuestra existencia, de la Tierra respiramos el aire, bebemos el agua y comemos los alimentos que nos ofrece para tener la salud que necesitamos, lo cual indica que es contundente nuestra dependencia de la Madre Tierra.
La calidad de nuestra alimentación depende de la calidad de nuestro suelo, como un recurso básico de subsistencia de gran valor en la producción de alimentos,crucial para garantizar a la humanidad la seguridad alimentaria y el bienestar.
Por lo tanto: ¡Una Tierra saludable puede alimentar al mundo! Los místicos dicen que “cada vez que comemos, esencialmente, ingerimos una parte del planeta, una parte de la Tierra, para mantener el cuerpo; por consiguiente, la manera en que tratamos al planeta es la manera en que tratamos a nuestro propio cuerpo”.
Se asume a la tierra, al igual que el agua, como un recurso natural, esencial para sostener la vida en el planeta. La Tierra, al igual que el agua, también significa vida; sin embargo, actualmente la falta de salud y fertilidad de la Tierra ocasiona una disrupción en la vitalidad de las personas, lo cual está generando enormes consecuencias de diferente índole, como: incremento en el costo de los alimentos (económicas), migraciones (sociales), variación en la temperatura (cambio climático), escasez en la producción de los alimentos (salud), daños a la paz social (conflictos socioambientales), etc., de modo que las repercusiones de no cuidar la Tierra son cada vez más evidentes.
En el actual modelo global de desarrollo dominante se muestra claramente como la Tierra es tratada como una mercancía; pero no lo es, la Tierra es un recurso finito y es evidente su incompatibilidad con el desarrollo sustentable que apuntala este modelo económico. En la lógica económica siempre se encuentran falsos adjetivos, nuevos conceptos para nombrar las nuevas formas de destrucción del planeta; entonces, hablar de desarrollo sustentable resulta un término ya muy desgastado, un sofisma, tanto que, hoy por hoy, se tiene que vivir buscando la restauración del planeta, buscando un paradigma que ponga en el centro la vida y la salud de la Tierra y la del Ser Humano, sin obviar que de la sustentabilidad de la Tierra depende también la nuestra.
Es un imperativo reconstruirnos para cambiar la visión del mundo. La educación, en este sentido, juega un papel sumamente valioso para aprender a desaprender y desandar el camino por donde llegamos para conformar esta realidad, en donde día a día nos quita lo que nos hace humanos.
En el actual paradigma, ¿qué papel juega la educación de las futuras generaciones?, ¿qué menciona el desarrollo sustentable?, ¿será que estamos conformando individuos que sigan creyendo que el desarrollo sustentable, así como lo conocemos, nos ayudará a proteger a las nuevas generaciones?
Quizá ya sea urgente emprender nuevas formas de educar, de hacer entender al mundo, a esas nuevas generaciones, lo que significa el verdadero desarrollo sustentable para la humanidad; creo que amerita un debate profundo en los procesos educativos. Pareciera que, más que conservar los recursos para las generaciones futuras, se continúa educando para avanzar con la destrucción del planeta y conformando individuos que silenciosamente se desprenden del sentir y reflexionar de su propia realidad. Por eso, es urgente educar para concebir el desarrollo de otro modo que alivie a nuestra Madre Tierra, educar para apuntalar un nuevo modelo de civilización que le dé sentido y valor a la vida, educar con un nuevo enfoque para atender y mejorar las condiciones de vida de las generaciones presentes; esto es ya una imperiosa necesidad de la humanidad entera, como lo plantea Gadotti (2003), educar desde un enfoque integral, donde estén conformados lo social, lo ambiental, lo político y lo cultural, no sólo la dimensión económica, que ayude a ir configurando y transformando el pensamiento de una ciudadanía que contribuya al bienestar de su propia comunidad. De cualquier manera, aún queda mucho por hacer; sin embargo, se puede hacer mucho con lo que queda.
Referencias
Gadotti, M. (2003). Pedagogía de la Tierra y cultura de la sustentabilidad. Paulo Freire. Revista de pedagogía crítica, año 2, diciembre.