Beatriz Olivia Camarena Gómez y Margarita Peralta Quiñonez
El 22 de abril fue designado Día Internacional de la Madre Tierra por la Asamblea General de las Naciones Unidas (resolución 63/278-2009), con el propósito de recordar a sus estados miembros, a las organizaciones internacionales, regionales y subregionales que conforman el sistema, a la sociedad civil y a las organizaciones no gubernamentales, la necesidad de crear conciencia sobre lo que representa para la vida del ser humano el planeta Tierra y sus ecosistemas. En la citada resolución se reconoce que la expresión común «Madre Tierra» es utilizada en diversos países y regiones para referirse al planeta Tierra, que existe un proceso de interdependencia entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta y que la Tierra, con sus ecosistemas, es nuestro hogar, por lo que para alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza y el planeta.
Por tanto, las acciones realizadas en el marco del día de la Tierra tienen el propósito de recordarnos que la humanidad es parte del planeta Tierra y que el destino de esta puede estar marcado por la huella humana. Una de las actividades insoslayable de educación ambiental tiene que ver con el cuidado de la tierra, como recurso natural.
Entre las tareas encaminadas al cuidado de la tierra destacan las que contribuyen a mejorar la salud y el bienestar humano, actual y futuro. Para complementar la información, se denuncian las actividades económicas que han sometido a diversas presiones el suelo o tierra y ponen en riesgo la seguridad alimentaria de los países; por ejemplo, la agricultura a gran escala (biocombustibles), los procesos mineros (extracción), la obtención de hidrocarburos por fracturación hidráulica (fracking), etc.
Las prácticas agroecológicas emergen como respuesta a un modelo de agricultura convencional, a gran escala, cuya constante ha sido el uso de agroquímicos, no obstante haberse probado su impacto en la salud del campesinado, los consumidores y en el medio ambiente. (Vivas, 2014). En nuestra experiencia en diversas comunidades rurales del estado de Sonora, la implementación de huertos orientados a la producción a pequeña escala, resulta una alternativa de producción eficiente y sencilla de replicar en diversos contextos.
La aplicación de composta en el huerto permite regresar a la tierra los nutrientes (pensamos que la tierra contenta y agradecida ofrece el sustento a las personas). De manera adicional, está la recolección de semillas y el reforzamiento de valores asociados al huerto (cooperación, creatividad, solidaridad, sensibilidad, etc.) cuando es aprovechado como una actividad de educación ambiental. A partir de estas formas de convivencia volvemos a darle vida a la tierra, que se regocija cuando obtiene los nutrientes que provienen de la composta, a la vez que contribuimos a generar nuestra propia resiliencia y una esperanza de mejora. Posicionar los huertos y la agricultura campesina a pequeña escala implica resignificar la tierra, los bosques, el agua y los recursos naturales que conforman la biodiversidad de cada lugar o región, como un aspecto clave de conservación. Hacia ese objetivo apuntan las actividades de educación ambiental que se llevarán a cabo este próximo 22 de abril en varias regiones del planeta, entre las cuales México no es la excepción.
Vivas, Esther (2014). ¿Quién tiene miedo de la agricultura ecológica? Consultado en: http://esthervivas.com/2014/07/07/quien-tiene-miedo-de-la-agricultura-ecologica-i/
Organización de las Naciones Unidas: http://www.un.org/es/events/motherearthday/ y http://onu.org.pe/dias-internacionales/dia-internacional-de-la-madre-tierra/.