Las enfermedades infecciosas han causado la muerte de millones de seres humanos a lo largo de la historia de la humanidad. El descubrimiento de los antibióticos modificó la forma de tratar las infecciones bacterianas y la propagación de las mismas. Los antibióticos son efectivos para atacar bacterias, pero no como tratamiento en infecciones provocadas por virus como el resfriado, la influenza y algunos dolores de garganta. Si se utiliza un antibiótico en el tratamiento de una infección viral, puede promoverse una resistencia al mismo en las bacterias inofensivas de nuestro cuerpo, que a su vez podría ser transmitida a otras bacterias que pudieran ser nocivas para la salud humana.
Es frecuente que las bacterias adquieran resistencia a los antibióticos, y la forma indiscriminada en que estos son utilizados favorece el grado de resistencia bacteriana y la rapidez con la que la adquieren. Se dice que una bacteria es resistente a un antibiótico cuando no se observa un efecto inhibitorio o de eliminación del microorganismo que provoca una enfermedad. Si la bacteria es capaz de sobrevivir a un tratamiento con antibiótico, puede multiplicarse y transmitir esa información genética de resistencia a bacterias de otras especies, las cuales también desarrollarán resistencia.
En Estados Unidos de América, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades informó que en el 2013, aproximadamente dos millones de personas por año presentaron infecciones graves provocadas por bacterias resistentes a uno o más de los antibióticos seleccionados para tratar dichas infecciones, y cerca de 23,000 personas mueren cada año a causa de infecciones por bacterias resistentes a los antibióticos, lo que se convierte en un serio problema para el sector salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto que debe incrementarse la inversión económica para la investigación de enfermedades como neumonía, diarrea, sida, malaria y tuberculosis, tratando de disminuir en un 50% la mortalidad que estas ocasionan debido a la resistencia a antibióticos.
La conciencia sobre la problemática de resistencia bacteriana ha ido en aumento, pero hay situaciones que aún se siguen presentando como es el recetar antibióticos sin tener a la mano los análisis de laboratorio que aseguren que se trata de una infección provocada por bacterias. También, hay pacientes que presionan al médico para que les recete antibióticos pensando que obtendrán un rápido alivio de los síntomas, sin tomar en cuenta la causa de la enfermedad. El autodiagnóstico es un aspecto de suma importancia, ya que algunas personas se basan en información obtenida de internet que en ocasiones no es confiable y se automedican, consumiendo fármacos que no son los adecuados o peor aún que les sobraron de tratamientos anteriores.
Algunas recomendaciones que deben tomarse en cuenta para hacer un uso adecuado de los antibióticos y reducir la resistencia bacteriana son:
No automedicarse, aunque los síntomas sean muy similares a los presentados en infecciones bacterianas anteriores. Tomar las dosis del antibiótico en los horarios indicados por el médico, para mantener la concentración adecuada del fármaco en la sangre, ya que al bajar ésta las bacterias vuelven a multiplicarse y pueden generar resistencia al antibiótico, perdiendo efectividad el tratamiento. Nunca deben tomarse dos dosis juntas del antibiótico porque podría tener un efecto tóxico. Es importante terminar el tratamiento aunque ya no se tengan los síntomas de la enfermedad, ya que suspender el antibiótico antes de lo indicado por el médico puede ocasionar una recaída o favorecer que las bacterias generen resistencia. No es recomendable cambiar un antibiótico indicado por el médico por otro de menor calidad o costo, ya que en ocasiones las equivalencias no son iguales y esto puede prolongar la enfermedad o una baja efectividad del antibiótico. Es recomendable que la receta se surta con la cantidad exacta del antibiótico para completar el tratamiento, esto evitará que las dosis que sobren puedan utilizarse posteriormente en una automedicación. Nunca se deben consumir antibióticos recetados para otra persona. Si presenta alergia a penicilina u otro antibiótico debe informar a su médico, esto ayudará a que le receten el fármaco más adecuado para su padecimiento. Si no conoce si es alérgico a algún antibiótico debe realizarse una prueba de alergia en la piel.
Lo más importante es prevenir las infecciones y para ello se deben practicar hábitos de higiene como, lavarse las manos con agua y jabón después de ir al baño, antes de comer y después de manipular carne fresca, así como mantener limpias las superficies de mesas y tablas de picar en la cocina y lavar frutas y verduras antes de consumirlas.
El problema creciente de resistencia bacteriana ha surgido por el mal uso de los antibióticos, aumentando la cantidad de microrganismos resistentes que han proliferado más rápido que el desarrollo de nuevos medicamentos para su control. Médicos y funcionarios encargados de la salud han advertido que las bacterias están desarrollando resistencia incluso a los antibióticos más potentes. Los medicamentos pierden eficacia poco tiempo después de su descubrimiento debido a la negligencia o la falta de planificación en su uso.
El uso racional de los antibióticos contribuye a preservar su eficacia y proteger a la población de infecciones provocadas por bacterias resistentes. Es recomendable poner en marcha estrategias en hospitales y centros de salud comunitarios que contribuyan para un diagnóstico y tratamiento adecuado de las enfermedades infecciosas, tratando de asegurar la efectividad de los tratamientos con antibióticos.
Colaboración de María del Carmen Bermúdez Almada y Angélica Espinosa Plascencia, investigadoras del CIAD