El pensamiento feminista: principales cuestiones teóricas aportadas desde las disciplinas sociales
En el anterior boletín (segunda y última parte sobre la lucha de las mujeres por su emancipación) mencionamos a Olympia de Gouges y a Mary Wollstonecraft como pioneras en la lucha por la emancipación de la mujer. Pues bien, junto con Flora Tristán, la socialista utópica de Peregrinaciones de una paria (1838) y Género y clase: la unión obrera (1843), quien afirmaba que “hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer”, estas pensadoras pueden considerarse también como precursoras de la teoría feminista de la modernidad.
Se expuso ya el feminismo como pensamiento y acción que ofrece una explicación de la condición de las mujeres y propone vías de solución para las dinámicas de sujeción entre los “sexos” (léase hombre-mujer), además de abarcar todas las expresiones de participación, no solo por sus demandas, sino con el fin de producir modificaciones en dichas relaciones.
Es pues, como dirán autoras reconocidas por todas: “Una forma de pensar creada por, para y a favor de las mujeres como género específico. Las mujeres son sus actoras, sus voceras, las creadoras de su teoría, de su práctica y su lenguaje” (R. Delmar, “What is feminism”, en Juliet Mitchell, What is feminism: A Re-examinatión, 1986).
Ubicándonos en las distintas olas, metáfora que hemos asumido para hablar del proceso histórico de los movimientos de mujeres y el feminismo, se exponen aquí las primeras corrientes del feminismo teórico para abordar, más adelante, la producción y construcción de los conceptos desarrollados para este paradigma.
Feminismos y existencialismo
Se reconoce como punto de partida o un referente a la filósofa Simone de Beauvoir, que marcó toda una época y la forma de pensar de las mujeres conscientes de su condición con la producción de sus dos tomos titulados El segundo sexo. A pesar de considerarse sus disertaciones dentro de la corriente existencialista, por pertenecer a esa época del pensamiento filosófico en Francia y hablar desde el esencialismo de lo biológico en su interesante obra, inicia con ideas sobre “ser mujer” como un constructo social. Pone en el centro la discusión de la maternidad desde una perspectiva que cuestiona romper su esencialismo, que pone a la biología de la reproducción de las mujeres como el espacio que genera parte de la “esclavitud femenina”, como forma de lograr la emancipación de las mujeres y abogar, en su vida personal así lo hizo, por la no maternidad, negando toda obligación sobre la reproducción biológica de las mujeres.
Feminismo liberal
Desde estados Unidos nos llega la obra La mística de la feminidad, de la psicóloga Betty Friedan, que posiciona, como tema de investigación, “el problema sin nombre”, que refiere a una investigación hecha con mujeres amas de casa de la clase media acerca de sus malestares como madres, esposas y amas de casa. Con esta y otras obras se desprende la idea de que todas las mujeres, sin importar la clase social de pertenencia, identidad sexual o color de piel, vivimos la misma condición referida a las “opresiones” por el hecho de ser mujeres y la misma situación referida a los malestares de todas las mujeres, sin importar su propia condición económica y distinto contexto; de ahí surge, se construye y se abraza un “nosotras”, en un intento de una identidad colectiva propia de “todas”, que identificará durante años, aunque con sus contradicciones, el intento de identidad colectiva de todo el género femenino.
Feminismo marxista: aportaciones básicas para repensar la teoría
Con el surgimiento del marxismo surgen también las pensadoras feministas, que desde ese marco teórico reformulaban las realidades y las dinámicas sociales y económicas que se exponían sobre el desarrollo del capital. Son ellas las que resignifican el concepto de patriarcado como un tipo universal de relaciones de poder que crea una forma particular de concepción de la sexualidad (Kate Millet, La política sexual, 1970) y ponen en el centro la importancia de la definición de la sexualidad femenina, creando el concepto de dialéctica del sexo, que se entiende como una dialéctica histórica fundamental y base material del sistema patriarcal en el trabajo de las mujeres para la reproducción de la especie humana (Shulamith Firestone, La dialéctica del sexo, 1973). Se publica también Las mujeres y la revolución más larga, de Juliet Mitchell (1974), que plantea parte de las estructuras ideológicas asociadas al desarrollo del capital y define a la familia como la institución de dominio masculino, poniéndola en el centro de sus análisis. La antropóloga Gayle Rubin nos brinda su compleja propuesta, generadora de un concepto central en el análisis sobre la condición de las mujeres, la dialéctica del sexo, etc., con su escrito “El tráfico de mujeres: notas sobre economía política del sexo”(en Rayna Reiter, Toward and antropology of women, 1975) y aporta el concepto de “Sistema sexo-género”, definiéndolo como el sistema que asigna recursos, propiedades y privilegios a las personas, de acuerdo con funciones de género culturalmente definidas. En el terreno también de la sociología y el psicoanálisis, Nancy Chodorow expone en El ejercicio de la maternidad (1984) el entramado y explicación del valor social y económico de la función materna. Con lo anterior, surge entonces la corriente radical del feminismo.
Feminismo radical
Este pone la reproducción en el centro del debate; la opresión de las mujeres como grupo social. Surgen nuevos aportes sobre la familia y la vida cotidiana, que discuten sobre la dicotomía entre esfera económica y la familiar. Eli Zaretsky, en su libro Familia y vida personal en la sociedad capitalista, propone el concepto de “trabajo doméstico” como producción real y socialmente necesaria para la acumulación y reproducción del sistema capitalista y expone además la relación entre el trabajo asalariado y el trabajo doméstico (trabajo del hogar de las mujeres). A partir de este análisis surge un concepto clásico del feminismo marxista: la doble jornada de trabajo.
Así se propone el surgimiento del paradigma feminista en las disciplinas sociales, se elaboran las principales cuestiones teóricas a partir de las preguntas que se plantean, que aunque simples, al paso del tiempo han demostrado su importancia y su complejidad; ¿Y las mujeres dónde están? ¿Por qué no están? ¿Qué es lo que hacen? ¿Qué les significan sus quehaceres?
Su invisibilidad en la historia y en los movimientos sociales es solo un indicador de la desigualdad, por lo que dar cuenta de la condición de subordinación de los distintos grupos de mujeres es cuestión relevante para la ciencia; responder a la pregunta ¿por qué todo esto es como es? hace referencia a una descripción del mundo social y esta a una explicación que da respuestas y aporta elementos, en términos generales y concretos, para reconocernos y proponer cómo podemos mejorar y cambiar el mundo para hacer de él un lugar más justo para las mujeres y todos los seres humanos. De ambos intentos, el feminismo ha producido una teoría crítica del conocimiento, cuyo objetivo, entre muchos, es justo eso: desarrollar una comprensión crítica del orden social con el fin de aportar a un cambio del mundo, en una dirección más justa y humana.
Colaboración de Gilda Salazar Antúnez, investigadora de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD