El síndrome de la rana hervida y la ecociudadanía
Ya han pasado cincuenta años desde el primer Día de la Tierra y la comunidad científica continúa alertando sobre las consecuencias que el calentamiento global ha tenido y tendrá en nuestra salud, en la alimentación y, en general, en el futuro de la humanidad. La contingencia sanitaria que impera hoy a nivel mundial nos ha recordado, igualmente, nuestra vulnerabilidad frente a una amenaza de magnitud global.1
La pausa obligada que hemos tenido que hacer en el último año quizá sea lo que nos ha salvado de continuar por un camino incierto, en el que la salud de la Tierra está cada vez más quebrantada por el calentamiento global, pues la temperatura sigue subiendo y subiendo, de tal modo que en esta realidad es muy oportuna la analogía de la fábula de la rana hervida con el fenómeno de las altas temperaturas que la sociedad silenciosamente está viviendo. Esta fábula retoma la creencia popular que dice que “…la rana se quedará tranquila, sin darse cuenta de que el agua se está calentando. El aumento de la temperatura será tan sutil que su cuerpo se irá adaptando al cambio, hasta que finalmente muere hervida, casi sin darse cuenta”.2
Por otro lado, la crisis climática global que enfrenta la humanidad, en esta “nueva normalidad”, implica resistir además a la anormalidad ambiental3 lo cual puede representar el desencadenamiento de procesos de adaptación a esta “nueva realidad”.
La fábula de la rana se retoma como una analogía para expresar nuestra realidad medioambiental y facilitar una mejor comprensión de la problemática que vivimos. En este Día de la Tierra se espera que más voces se sumen al llamado de vivir en mundo sano, bajo la convicción de que el mundo sin ti, sin mí, sin nosotros, seguirá su curso. En el campo de la comunicación y la educación ambiental, la tarea implica visibilizar los problemas socioambientales, sus causas y procesos de origen, además de identificar cuáles alternativas existen para solucionarlos o mitigarlos y considerar después las más convenientes a las particularidades de cada contexto. En esto último es menester revisar y analizar los mecanismos de instrumentación social más adecuados para lograr concretar o reforzar esas alternativas.
Conmemorar el Día de la Tierra brinda la oportunidad de realizar actividades de comunicación y educación en atención a los problemas ambientales (ferias ambientales, procesos de reforestación, seminarios, talleres, charlas informativas, etc.) para reflexionar sobre lo que podemos hacer como ciudadanos comprometidos con el cuidado del planeta, pero también permite desplegar esfuerzos en el rescate de los espacios públicos para fomentar o desarrollar las competencias ecociudadanas que se requieren ante la necesidad de participar de manera organizada en la solución de los problemas socioambientales más apremiantes.
En esto último, motivar la participación ciudadana, se advierte una dimensión política, debido a que tal actuación social permite “…el desarrollo de una inteligencia colectiva indispensable para la comprensión y la resolución de las problemáticas, ello contribuye a invertir en los espacios públicos de democracia participativa y a expandirlos”4. Los problemas socioambientales exigen redoblar esfuerzos para encaminar los procesos educativos a la formación de ecociudadanía. Se trata de “contribuir al desarrollo de una forma de relación con el mundo centrada en el vivir aquí juntos, una relación contextualizada y ubicada, que implica la responsabilidad colectiva respecto a los sistemas de vida de los cuales formamos parte, una ciudadanía que necesita competencias para insertarse de manera eficaz en las dinámicas políticas de decisión y acción relativas a los asuntos socioecológicos” (4).
La complejidad que entraña la problemática ambiental contemporánea, caracterizada como global, compleja y de origen antropogénico,5 exige a todos (investigadores, docentes, estudiantes, políticos, empresarios, trabajadores y ciudadanos en general) un compromiso individual y social con el cuidado y protección del medio ambiente global (natural, social y humano); esto es, de los equilibrios ecosistémicos que garantizan la vida en este planeta, al menos tal y como hoy la conocemos, y en donde la formación de competencias en el campo de la educación ambiental despliega un amplio abanico de posibilidades en ese sentido.
- 1 Noticias de la ONU. https://news.un.org/es/story/2020/04/1473182.
- 2 Qué es el “efecto de la rana hervida” que hace que perdamos interés por el cambio climático. https://www.bbc.com/mundo/noticias-47448899#:~:text=Una%20creencia%20popular%20dice%20que,hervida%2C%20casi%20sin%20darse%20cuenta.
- 3 Contreras Baspineiro, Adalid. “Comunicación y nueva normalidad”. https://www.alainet.org/es/articulo/210334.
- 4 Sauve Lucie. 2014. “Educación ambiental y ecociudadanía. Dimensiones claves de un proyecto político-pedagógico”. Revista Científica. Universidad Francisco José de Caldas, patrocinada por el Centro de Investigación y Desarrollo Científico, Colombia. ISSN impreso: 0124-2253. e-ISSN: 2344-8350.
- 5 Camarena-Gómez B. 2006. “La educación ambiental en el marco de los foros internacionales: una alternativa de desarrollo”. Estudios Sociales 28: 7-42. ISNN: 01884557. https://ww1.ciad.mx/coordinaciones/desarrollo-regional/revista-estudios-sociales.html.
Colaboración de Beatriz Camarena Gómez y Margarita Peralta Quiñónez, académicas de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD.