El uso de la tierra como recurso natural en la transformación del modo de vida de un pueblo
Esta reflexión se centra en la conexión que existe entre la producción de los alimentos y la tierra —concebida esta como un recurso natural, complejo e imprescindible para la vida como dador de alimento—, una relación que considero fundamental para comprender las circunstancias que prevalecen hoy en día en nuestras comunidades en cuanto a la producción de alimentos y el medio ambiente.
He tomado como base para orientar la reflexión una línea del tiempo, en la cual marco de manera secuencial tres hitos, pistas o momentos de la historia, para describir en cada uno, grosso modo, hechos y acontecimientos que resumen la realidad de muchas localidades con alta vocación agrícola de nuestra región.
En la primera pista o primer tiempo me conecto con el pasado, donde, a través de los recuerdos, se configura un entorno nostálgico; evoco vivencias de mi infancia. En esos años era común una presencia variada de animales y plantas, aves, plantas endémicas, el cielo azul, la lluvia, menos calor y menos frío; la naturaleza en todo su esplendor, las familias conviviendo y disfrutando de la sana convivencia. En ese entonces nuestra alimentación estaba conformada por alimentos sanos, algunos de los cuales se intercambiaban con los vecinos y amigos, en la propia comunidad. Los recuerdos, en esta primera pista en relación con el entorno ambiental, es ese contexto en el cual he vivido, cuando observo las plantas nativas, típicas de la región, la pérdida paulatina de ese paisaje debido a complejos procesos de contaminación ambiental, me permiten visualizar cuánto ha cambiado el paisaje. Este escenario despierta algunas reflexiones sobre la relación establecida por mi comunidad con la naturaleza, destacando las interacciones que se han presentado y consolidado en búsqueda del desarrollo y bienestar.
Paso ahora, en mi reflexión, a la segunda pista en esa línea del tiempo. Me centro en el entorno y en las voces que describen la situación que impera en la producción de alimentos y en el medio ambiente, antes y después de la llamada revolución verde. En el antes, los lugareños platican que el pueblo estaba rodeado de mucha vegetación porque llovía mucho. La siembra era de temporal, cultivaban sus propios alimentos en pequeñas parcelas para el autoconsumo y para las familias de las comunidades aledañas; tenían mucho acercamiento entre ellas para intercambiar sus experiencias en torno a la cosecha, las semillas y los productos cosechados. Cuentan que los arroyos llevaban mucha agua y que esta la utilizaban para regar sus pequeñas parcelas; los alimentos que consumían eran producto de su cosecha y de la crianza de ganado (gallinas, cerdos, etc.), de manera que contaban con alimentos variados para el autoconsumo. Refieren que la escuela contaba con muchos alumnos porque las familias se quedaban en la comunidad. Tiempo después, llegó la revolución verde. En los pueblos no sabían que era, pensaban que les iría mejor en las cosechas porque se empezaron a sembrar grandes extensiones de tierra y a observar la gran producción de alimentos; ven con optimismo los grandes volúmenes de producción y de cosecha, perciben más actividad laboral por la instalación de diversas agroindustrias en sus comunidades.
Al poco tiempo, sin embargo, empezaron a percatarse de que ya no podían sembrar sus propios alimentos, por su integración a una serie de actividades asociadas con la revolución verde; participan en procesos de manejo y cultivo de insumos para la siembra, en la aplicación de agrotóxicos, en los jornales, en empacar los cultivos y, en suma, en aplicar la tecnología que conlleva producir alimento a gran escala. Observan cómo la transformación de las actividades productivas generó contaminación del suelo (aridez, infertilidad), del agua, de los alimentos, problemas de salud en sus familias. La tierra dejó de tener la calidad adecuada para producir lo suficiente, muchos terrenos otrora de uso agrícola empezaron a abandonarse; este proceso fomentó con el tiempo el impulso de proyectos de construcción de fraccionamientos de casas habitación. Comunidades que anteriormente contaban con campos de cultivo y ejercían su vocación campesina para producir alimentos para el autoconsumo, optaron por buscar sus ingresos en actividades económicas relacionadas principalmente con el comercio. Es en esta búsqueda del sustento que el trabajador del campo, en algunas ocasiones contra su voluntad, se convirtió en un citadino, lo cual afectó las relaciones entre ellos como campesinos y entre ellos (campesinos) y la tierra; llevó a que el trabajo en el campo menguara e incluso se abandonara en algunas pequeñas comunidades. La pérdida de tierras de cultivo favorece procesos de urbanización; se interrumpe, además, la transferencia del saber de las prácticas agrícolas tradicionales.
En esta narrativa, ubicada en la tercera pista o tercer tiempo, observo que, en respuesta a los sucesos descritos en esta breve línea del tiempo, han surgido movimientos que reivindican el saber y la alimentación local; son propuestas que enfatizan el significado del valor del apoyo mutuo entre el campo y la ciudad, lo cual resulta muy esperanzador. Es en este momento (tercera pista o tercer tiempo) que advierto la presencia de esfuerzos de investigación que abordan lo que pasa en la región en términos de alimentación y degradación ambiental, y es posible identificar en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) la emergencia de proyectos de alta incidencia local que tienden a la reconstrucción de escenarios socioambientales equilibrados, saludables, para contribuir así al bienestar humano de nuestras comunidades.
Colaboración de Margarita Peralta Quiñones, académica de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD.