Desde 1950 cada año el 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud en conmemoración del aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948. Este día se utiliza como plataforma para crear conciencia con respecto a un problema de salud con repercusiones globales. Así, en el 2012 el tema fue el envejecimiento y el lema “La buena salud añade vida a los años” llamó la atención sobre la salud de los adultos mayores. En el 2013, el punto central fue la hipertensión y para éste 2014, la Organización Mundial de la Salud quiere llamar la atención sobre las enfermedades transmitidas por vector; con el lema “Pequeñas picaduras: grandes amenazas”.
Lo anterior para recordar al mundo que si bien las enfermedades crónico-degenerativas han ido ganado terreno, la realidad es que aún más del 50% de la población mundial está en riesgo de padecer alguna enfermedad transmitida por vector. Un vector biológico es un agente que puede propagar o transmitir una enfermedad. Así, entre los vectores más comunes están los mosquitos, moscas, garrapatas, algunos caracoles y diversos artrópodos, que transmiten enfermedades como el paludismo, dengue, leishmaniasis y fiebre amarilla. Para darnos una idea del problema, basta con considerar que según las estadísticas sanitarias mundiales de la OMS del 2013: el 40% de la población mundial está en riesgo de padecer dengue o bien, entender que se diagnostican 1.3 millones de nuevos casos de leishmaniasis cada año.
En el caso del paludismo enfermedad también conocida como malaria, ésta es causada por un parásito denominado Plasmodium que se transmite a través de la picadura de mosquitos infectados. Entre los síntomas del paludismo/malaria destacan la fiebre, dolor de cabeza y vómito, que generalmente aparecen 10 a 15 días después de la picadura del mosquito. Para controlar la malaria se encuentran el tratamiento rápido y eficaz con combinaciones de medicamentos basadas en la artemisinina, el uso de mosquiteros impregnados en insecticida por parte de las personas en riesgo y la fumigación de los espacios cerrados con insecticidas de acción residual, a fin de controlar los mosquitos vectores. Desafortunadamente los vectores (mosquitos) han desarrollado resistencia en muchos casos. Otro flagelo es el paludismo; endémico en 91 países. Según el informe mundial sobre paludismo/malaria de la OMS del 2012, en el continente americano el 36% de la población vive en riesgo y México está clasificado como un país con transmisión activa de la enfermedad y resistencia en al menos a un insecticida.
Para el caso del dengue, éste se transmite por la picadura de un mosquito infectado. Los síntomas aparecen entre 3 y 14 días tras la picadura infecciosa. La enfermedad se manifiesta como un síndrome febril y afecta a lactantes, niños pequeños y adultos. Los síntomas varían, desde una fiebre moderada hasta una fiebre alta incapacitante con cefaleas intensas, dolor retroobitario, dolor muscular y/o articular, y exantema. No existen fármacos antivíricos específicos contra el dengue. Es importante mantener al paciente hidratado. El dengue hemorrágico (fiebre, dolor abdominal, vómitos, hemorragia) es una complicación potencialmente mortal que afecta principalmente a los niños. El diagnóstico temprano y una buena atención clínica a cargo de médicos y enfermeras con experiencia aumentan la supervivencia de los pacientes.
Otra enfermedad transmitida por vector es la leishmaniasis, causada por un parásito del género Leishmania, que cuenta con más de 20 especies diferentes. Se transmite a los humanos por la picadura de flebótomos hembras infectadas (pequeños insectos parecidos a los mosquitos). La enfermedad se presenta en tres formas principales: 1) leishmaniasis visceral (también conocida como kala azar): es mortal si no se trata. Se estima que cada año se producen en el mundo entre 200,000 y 400,000 nuevos casos de leishmaniasis visceral, más del 90% de ellos en seis países: Bangladesh, Brasil, Etiopía, India, Sudán y Sudán del Sur. 2) leishmaniasis cutánea: es la forma más común de leishmaniasis. Provoca úlceras en las zonas expuestas del cuerpo y deja cicatrices permanentes y discapacidades graves. El 95% de los casos de leishmaniasis cutánea se producen en el continente americano, la cuenca del Mediterráneo, Oriente Medio y Asia Central. Más de dos terceras partes de los casos nuevos aparecen en seis países: Afganistán, Argelia, Brasil, Colombia, Irán y Siria. 3) leishmaniasis mucocutánea: conduce a la destrucción parcial o completa de las mucosas de la nariz, la boca y la garganta. El 90% de los casos de leishmaniasis mucocutánea se producen en el Brasil, Bolivia y Perú. Su epidemiología depende de las características de la especie del parásito, las características ecológicas locales de los lugares donde se transmite, la exposición previa y actual de la población humana al parásito y las pautas de comportamiento humano. El kala-azar que se encuentra en nuestro continente es muy similar al observado en la cuenca mediterránea.
La epidemiología de la leishmaniasis cutánea es compleja, ya que existen variaciones en cuanto a los ciclos de transmisión, los reservorios animales, los flebótomos vectores, las manifestaciones clínicas y la respuesta al tratamiento, ya que circulan en la misma zona geográfica múltiples especies de Leishmania. Como en la mayoría de las enfermedades transmitidas por vectores, la pobreza aumenta el riesgo de leishmaniasis.
Las malas condiciones de vivienda y las deficiencias de saneamiento de los hogares (por ejemplo, carencia de drenaje) pueden promover el desarrollo de los lugares de cría y reposo de los flebótomos vectores y aumentar su acceso a la población humana. El uso de mosquiteros tratados con insecticida reduce el riesgo. Por otra parte, las dietas bajas en proteínas, hierro, vitamina A y cinc aumentan el riesgo de que la infección progrese. Las epidemias de las dos formas principales de leishmaniasis a menudo se asocian con la migración y el desplazamiento de personas no inmunizadas a zonas donde ya existen ciclos de transmisión.
El calentamiento de la Tierra y la degradación del suelo afectan en muchos aspectos a la epidemiología de la leishmaniasis: pequeñas fluctuaciones en la temperatura pueden tener un importante efecto en el ciclo de desarrollo de los promastigotes de Leishmania en los flebótomos, y permitir que el parásito se transmita en zonas donde la enfermedad no era previamente endémica. El control de los vectores ayuda a reducir o interrumpir la transmisión de la enfermedad al controlar los flebótomos, especialmente en el contexto doméstico. Entre los métodos de control figuran los insecticidas en aerosol, los mosquiteros tratados con insecticida, la gestión del medio ambiente y la protección personal. La vigilancia eficaz de la enfermedad es importante y la detección y el tratamiento temprano de los casos ayuda a reducir la transmisión y contribuye a vigilar la propagación y la carga de la enfermedad.
Así pues, las enfermedades transmitidas por vectores biológicos continúan presentando un muy serio problema de salud que como suele suceder, afecta principalmente a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Hagamos conciencia y procuremos no solo eliminar los reservorios de los vectores, trabajemos de manera paralela en la educación para la salud y sobre todo en mejorar la calidad de vida de estos grupos de la sociedad.
* Investigador Titular “C”. Químico Biólogo. Universidad de Sonora, México. Maestría: (Genética) IIBE, Universidad de Guanajuato. México.Doctorado: (Patología Experimental) CINVESTAV, I.P.N. México. SNI: nivel 1. C. Electrónico: hastiazaran@ciad.mx