Estudian riesgo infantil por exposición al arsénico en la dieta
La exposición a altas concentraciones de arsénico (3 µg/kg de peso corporal por día, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud) puede interrumpir el desarrollo normal del infante y provocar alteraciones a la salud en la edad adulta, tales como el desarrollo de cáncer de vejiga, pulmón y riñón; por ello, actualmente este elemento ocupa el primer lugar en la lista de elementos cancerígenos.
Los primeros síntomas que suelen aparecer tras la exposición a dicho metaloide pueden ser adormecimiento o cosquilleo de extremidades, sensación de agujas en pies y manos con debilidad asociada, áreas de piel con un marcado incremento de pigmentación y engrosamiento, dolor de estómago y diarrea, diabetes y alteraciones del sistema respiratorio, circulatorio y nervioso, entre otros.
La profesora investigadora Leticia García Rico, quien encabeza un proyecto de investigación que tiene por objetivo evaluar el riesgo al que están expuestos los infantes de Hermosillo, Sonora, por el consumo de arsénicos a través de su alimentación, explicó que existen dos especies de este elemento: el orgánico y el inorgánico, siendo este último el más toxico. Los alimentos con altos niveles de arsénico orgánico, explicó, son los mariscos como la almeja, ostión, cangrejo y algunas especies de pescado y algas marinas, mientras que el arsénico inorgánico se encuentra en cereales como el arroz.
La experta en toxicología apuntó que en la actualidad la mayoría de las investigaciones se centran en el agua como fuente principal de arsénico, subestimando el riesgo que los alimentos conllevan.
El estudio se desarrolló en el periodo 2019-2021, con el aval de la Dirección General de Educación Primaria de la Secretaría de Educación y Cultura del Estado de Sonora, y posteriormente con los directivos de los planteles escolares, quienes a su vez invitaron a los padres y madres de familia a una reunión informativa en donde se les explicó el propósito del estudio y la importancia de su participación.
Con base en los análisis de 48 infantes de 6 a 11 años, a quienes se les aplicaron cuestionarios sobre aspectos de su estado de salud y frecuencia de consumo de alimentos, se determinó el nivel de ingestión de arsénico por la dieta y el riesgo por esta exposición, de acuerdo con el modelo de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
En los 125 alimentos involucrados en las dietas estudiadas se detectó la presencia de arsénico, de los cuales los que representaron mayor contribución fueron el pescado, arroz y atún. El 11% del arsénico detectado en las dietas correspondió a arsénico inorgánico, siendo los alimentos derivados del arroz, la sandía y la leche los de mayor aporte de esta especie. En el 100% de los participantes los valores de riesgo fueron superiores al nivel de seguridad, resultados que sugieren un riesgo potencial de los niños(as), quienes pudieran estar expuestos a desarrollar problemas de salud de tipo no cancerígenos, tales como enfermedades de tipo cutáneo, respiratorio (enfermedad pulmonar obstructiva crónica -EPOC) y cardiovascular, entre otras.
Tras estos hallazgos, la investigadora sugiere seguir las recomendaciones de la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de los Estados Unidos: mantener una dieta balanceada rica en folatos y antioxidantes como selenio, con el fin de facilitar su excreción, así como disminuir el consumo de alimentos conocidos por su alto nivel de arsénico.
Por último, comentó que, como segunda etapa del proyecto, se tiene contemplado investigar la presencia de arsénico en las diversas presentaciones comerciales de alimentos de mayor consumo que integran la dieta de la población infantil de la región. Además, pretende integrar a la evaluación de riesgo la exposición de arsénico a través del agua, suelo y polvo, e involucrar indicadores que corroboren el ingreso de esta especie y sus posibles efectos en el organismo.
Además de la doctora García Rico, por parte del CIAD también participan Ana Lilia López Duarte y la estudiante de maestría Miroslava Lugo Lozano, además de las investigadoras Mary Kay O’ Rourke, de la Universidad de Arizona; Mercedes Meza Montenegro, del Instituto Tecnológico de Sonora, y Diana Meza Figueroa, de la Universidad de Sonora.