Insectos comestibles: una fuente sustentable de proteína
El gran crecimiento de la población mundial, aunado al incremento en la demanda por la suficiente producción de proteína de fuente animal, ya sea de ganado, aves de corral o pescado, representa un reto no muy lejano para la humanidad.
Por si este desafío no fuera suficiente, la necesidad de reducir el impacto ambiental que conlleva la producción de proteína animal, al ser responsable de la emisión de una gran cantidad de gases invernadero y un alto gasto de agua, es una asignatura pendiente que, de no atenderse como una urgencia, puede tener consecuencias devastadoras para el planeta.
Por ello, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) promueve el consumo de insectos como una alternativa sustentable de proteína, ya que su producción es más eficiente que la de otros animales, pues requiere de una menor cantidad de alimento y agua, crecen más rápido y su proporción comestible es mayor que la de los animales de granja.
Comer insectos no solo representa una ventaja para el medio ambiente, también se ha demostrado que los insectos comestibles poseen características nutricionales deseables. Por ejemplo, estos representan una excelente fuente de nutrientes, ya que cuentan con un alto contenido de proteína (30-65%) de buena calidad, así como un buen aporte de fibra (5-13.6%), carbohidratos (4.5-23%) y lípidos (13-33%) que incluyen ácidos grasos mono- y poliinsaturados, además de que son ricos en vitaminas y minerales.
Una tradición milenaria
El consumo de insectos se ha practicado desde hace mucho tiempo; inclusive, en la actualidad forman parte de los patrones dietarios de una gran variedad de culturas y regiones de diferentes países, y México no es la excepción. Los insectos comestibles más comunes en México incluyen al gusano blanco de maguey (Aegiale hesperiaris), el gusano rojo de maguey (Comadia redtenbachei), los escamoles (Liometopum apiculatum), los chapulines (Sphenarium purpurascens) y las hormigas chicatanas (Atta mexicana).
Aunque no es algo nuevo, la población occidental todavía no acepta por completo el consumo de insectos; sin embargo, diversos estudios han demostrado que las personas están más dispuestas a incluir a los insectos en sus dietas mientras estos sean introducidos como ingredientes en matrices alimentarias, es decir, en un conjunto de nutrientes, y no por sí solos. Es por ello por lo que en nuestro país se está trabajando en la evaluación de la aplicación de los insectos comestibles en diferentes productos alimenticios, tales como productos cárnicos, productos de panificación, botanas y suplementos alimenticios.
Colaboración de académicos(as) del Laboratorio de Antioxidantes y Alimentos Funcionales del CIAD.