Durante décadas, cada 8 de marzo las feministas en el mundo, América Latina y México, sentíamos la responsabilidad de exponer a la ciudadanía los orígenes y las razones políticas y sociales de la conmemoración de este día. Se realizaban escritos, ruedas de prensa, programas de radio, semanas culturales y académicas en las que era necesario recordarle a la sociedad el significado del 8 de marzo, del Día Internacional de la Mujer. En las conferencias que muchas dictábamos, salían a relucir las luchas de las sufragistas, el congreso de Copenhague, los sucesos de las obreras quemadas en una fabrica de Chicago y los nombres de Clara Zetkin y Alejandra Kolontái, entre otras, así como el primer congreso feminista de mexicanas en Mérida, Yucatán. De la misma manera, se hacía alusión a los primeros escritos y las primeras publicaciones feministas en Europa, Estados Unidos y México (La Revuelta Feminista, Revista Fem, Debate Feminista). Salía siempre a relucir la reveladora frase de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, llega una a serlo”, escrita en su revelador libro El segundo sexo. Cientos de fechas paradigmáticas para el movimiento feminista y el movimiento amplio de mujeres, como llamamos en México por algunos años a toda esta ola de acciones y luchas por los derechos de las mujeres. En la década de los noventa, digamos que al desdibujarse o cambiar la dinámica del feminismo, hubo que explicarle a los varones, a las instituciones y a un grupo amplio de mujeres que este día era un día de conmemoración de una lucha social y que no era de “festejo del día de la mujer”; esto último se había hecho tan popular que estaba a punto de convertirse en un día parecido al 10 de mayo o, bien, al 14 de febrero, día del amor y la amistad.
Al mismo tiempo que esto sucedía, en México, mujeres de todos los partidos accedían cada vez más a puestos de representación popular y la participación en política tomaba fuerza, gracias a la lucha de las feministas por la igualdad y la obtención de lo que se ha denominado “la paridad de género”. Así, las ideas de equidad e igualdad aumentaban y se asumían por amplios grupos de mujeres que, aunque poco politizados o sin una conciencia feminista, llegaban al poder y defendían sus derechos como tales, hasta conformar el gran conglomerado que actualmente reconoce la necesidad de luchar por el avance social para que todas podamos vivir una vida libre de violencia. Hoy es inevitable, en la conmemoración del día internacional de la mujer, del 8 de marzo de este nuevo siglo, referirnos al momento histórico que está viviendo el país con relación a la vida de las mujeres en un mundo violento como el que ahora presenciamos.
El feminismo se asoma en la actualidad en todos los ámbitos de la vida de hombres y mujeres en este país. Es un movimiento teórico-académico, intelectual, social y político que ha aportado en todos los espacios de la vida de mujeres y de un importante numero de hombres. Gracias al pensamiento feminista, hoy las mujeres estudiamos, trabajamos y participamos en casi todos los lugares de la vida pública (somos mas de la “mitad del mundo”): en las instituciones, las empresas, las escuelas y las calles. Por el trabajo de cientos de feministas tenemos leyes no solo de participación política, sino leyes que norman y regulan la vida familiar y social de hombres y mujeres que integran las familias diversas en nuestro país. Hoy podemos decir que el feminismo es revolución y que, gracias a quienes nos precedieron, es actualmente un fenómeno de masas, o cuando menos que su impacto es tal que incide en todos los niveles de la estructura social.
La lucha de las madres con hijos desaparecidos en México y en el Cono Sur en los años setenta y ochenta del siglo pasado y las denuncias de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, marcaron la pauta para las tomas posteriores de plazas y parques. Iniciaron las argentinas en 2015, las seguimos las mexicanas y, en el 2016, la expansión abarcó todo el continente y se escenificó en un solo grito: “Ni una menos”. Es la época en que se crearon nuevos sentidos y en la que el silencio y la impunidad sobre la violencia sexual comenzaron a ser resquebrajados. Otras han sido las consignas, un grito de denuncia abierta y colectiva sobre el abuso a nuestros cuerpos y nuestras vidas: ¡No al acoso! ¡A las mujeres no se les toca, no se les viola y no se les mata! En 2017, cuando surgió el Me Too, se dijo que era un movimiento de mujeres de Hollywood; sin embargo, sus denuncias en contra de hombres con “poder” tuvieron un impacto mundial e iniciaron públicamente el cuestionamiento de las masculinidades hegemónicas, que habían normalizado el acoso sexual y el abuso. Se conformaron colectivos y acciones específicas para denunciar la violencia sexual de que hemos sido objeto. Se escucharon denuncias en todos los sectores de mujeres, nuevos y viejos. En Sonora surgió un grupo de mujeres creativas que, en una acción colectiva, crearon El tendedero; en plazas publicas ponían una especie de tendedero de ropa para que cada mujer que deseara colgara un “posti” con su experiencia de vida cuando fue abusada o acosada. Esta época la recordaremos como la que, además de aquella en la que el piropo dejó de verse como natural, a empujones, con diamantina, pintas y quemas, e irrumpiendo en recintos otrora intocables, se han hecho o nos hicimos escuchar por todos. Pareciera ser que para algunas no había otra manera de expresar el horror ante la violencia cotidiana contra las mujeres y los crímenes que se suceden diariamente, así como ante la tortura de tantas infligida por sus parejas, esposos y familiares. La situación de violencia de género en este siglo en el mundo, América Latina y en nuestro país llegó a un grado tan grave que, a su vez, generó la expresión “violenta” como un intento de poner un límite simbólico, un límite tal que todo se conjugó para esta explosión de las nuevas generaciones de mujeres a las que no les importan ni las formas ni el que dirán, mujeres que, cansadas de sentir miedo, reaccionan con actos que escandalizan al statu quo para hacerse escuchar y visibilizar la violencia extrema.
La Lucha frontal por la legalización del aborto con la Marea verde durante el 2018 también ha marcado la última década. Las diversas expresiones de una misma rebeldía y los diversos feminismos se han plantado con fuerza en el panorama político actual de América Latina, en dónde México no es la excepción. En esta época el silencio se está volviendo cosa del pasado y la frase de Simone de Beauvoir: “El feminismo es una forma de vivir individualmente y una forma de lucha colectiva”, se está convirtiendo en una realidad.
Los asesinatos de Abril Pérez Sagaón, Ingrid Escamilla y Fátima en cuatro meses en la Ciudad de México y los recientes asesinatos en Sonora de Ámbar y Raquel Padilla en Hermosillo, de Silvia Yedit y Lourdes Leyva en Cajeme y de Paola Berenice y Claudia Aracely en Guaymas, los cuerpos encontrados con signos de violencia el 10 de febrero en San Luis Río Colorado y el del día 25 de febrero, en el que fue encontrado el cuerpo de una joven asesinada de entre treinta y treinta y cinco años en la colonia Café Combate, han dejado un claro y doloroso mensaje: la violencia feminicida es una tragedia cotidiana en nuestro país y atraviesa todos los sectores de mujeres, hay una violencia estructural que debemos discutir todos para tratarla con la seriedad y la urgencia necesaria, porque es verdad que en el México de hoy a las mujeres nos están matando.
Estos últimos diez años de movimiento cierran acompañados con el gran performance “Un violador en tu camino”, creado por una colectiva de feministas chilenas, Las Tesis, que se convierte en una danza de miles de mujeres en todo el planeta que, a un mismo ritmo, gritan la convicción de que en tiempo violentos el sistema mata, que la violencia es estructural y que, aunque tuviéramos la duda, la culpa no es de ninguna de nosotras. Contradictoriamente, y a pesar de las violencias estructurales que vivimos y la extrema violencia pública hacia las mujeres, el feminismo se ha vuelto hegemónico: hoy es revolución y también un fenómeno de masas; el cambio cultural ya inicia su marcha.
En efecto, estamos frente a un cambio de patrón de cultura que propone remodelar las formas de relacionarse. Cambios culturales para resolver la violencia de género. Las mujeres están convocando a la movilización por una causa: que se detenga la violencia en nuestra sociedad.
La iniciativa del colectivo veracruzano “Brujas del mar”, la cual ha tenido eco en todos los sectores y se incorpora ya como un llamado de todos los feminismos posibles a parar en contra de la violencia en el país, estemos o no de acuerdo con su ideología, arropa una marea que se percibe intersectorial y atraviesa todas las ideologías. Las mujeres se están movilizando y están siendo convocadas para este 8 de marzo a la tradicional marcha que conmemora este día de luchas y para el 9 de marzo a la huelga nacional “Un día sin nosotras”, “Si paramos nosotras se para el mundo”, “Huelga internacional feminista”, “Paremos el mundo para parar la violencia”.
Así que sí estamos de acuerdo en la importancia y la necesidad de mostrarle a la sociedad entera que sin nosotras la vida cotidiana no solo no funciona, sino que se viene abajo la economía y la reproducción social. Tómate, con conciencia de género y la idea clara de luchar por tu seguridad, tu bienestar, tu autonomía y en contra de la violencia hacía nosotras, un día de tu vida este 9 de marzo, pero cuida de no irte a tu casa a hacer las tareas que “te corresponden” de trabajo doméstico reproductivo. Recuerda que no es el día de las madres, que no es un día de asueto institucional, que es “un día sin nosotras”, un día para expresar nuestro dolor y mostrar que estamos en contra de la violencia estructural y feminicida.
Colaboración de Gilda Salazar Antúnez, investigadora de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD