Un estudio realizado en 2012 por un investigador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) encontró que en un sector de los jóvenes sonorenses hay sutiles manifestaciones de discriminación hacia los indígenas migrantes que habitan en la entidad.
En medio de una polémica nacional a raíz de un estudio presentado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el que se expone que existe una relación entre el color de piel de los mexicanos y las oportunidades laborales a las que las personas pueden acceder, el estudio realizado por el CIAD recobra relevancia.
El trabajo llamado “Discriminación y prejuicios de jóvenes sonorenses hacia el migrante indígena”, elaborado por los profesores Jesús Laborín Álvarez (CIAD), Gloria Ciria Valdez Gardea y el estudiante Erik Parra Armenta, fue realizado a través de 780 encuestas aplicadas a estudiantes universitarios (hombres y mujeres), residentes en Hermosillo, Caborca y Nogales.
La primera dimensión evaluada, oposición al contacto, examinó el rechazo de los sonorenses para relacionarse con los migrantes indígenas en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, como la familia, los amigos, el vecindario, el trabajo y los espacios públicos.
La tendencia general observa que a los jóvenes no les molesta o molestaría mantener relaciones con los migrantes indígenas, por lo cual se puede pensar que los jóvenes del estudio son tolerantes y respetuosos con las personas indígenas procedentes de otros estados del país.
El segundo factor, amenaza y rechazo, refiere la percepción de los encuestados sobre los migrantes como “personas en las que no se puede confiar, que se aprovechan de las condiciones, los recursos y la gente que los acoge, así como el gasto innecesario que representan para el estado y la nación”.
Se reportó la poca aceptación a que las minorías étnicas reciban algún tipo de ayuda de carácter gubernamental, social o económica, pues se consideró que no es necesario ayudarlos, ya que pudieran salir adelante por ellos mismos si así lo quisieran, además de que se ve como injusto que estos grupos ocupen puestos de trabajo que debería de tener la población local.
Finalmente, el aspecto diferencias culturales analizó la opinión de los entrevistados sobre temas como las tradiciones, alimentación, higiene, religión, relaciones de pareja, etcétera, donde se encontró que los sonorenses conciben a los migrantes como “un grupo ajeno y distinto”.
Los hallazgos describen que fueron los hombres quienes presentaron mayores niveles de prejuicio, cuya oposición a relacionarse con los migrantes indígenas se basa en que los perciben como “personas aprovechadas y en las que no se puede confiar” y, además, refieren más que las mujeres una exageración de diferencias culturales entre los sonorenses y el grupo migrante.
Cinco años después de este estudio, y en medio de la controversia que ha suscitado la encuesta sobre movilidad social realizada por el Inegi, Laborín Álvarez señala que mantenemos formas sutiles de discriminación hacia los mismos grupos minoritarios, tales como personas enfermas o de la tercera edad, grupos culturales indígenas, o por factores como apariencia física, discapacidad y preferencia sexual.
Lo anterior se explica por el mantenimiento de estereotipos y prejuicios que enaltecen la ascendencia europea o regional de ser del sonorense. Por último, el investigador del CIAD enfatizó que hay que leer con precaución los datos del estudio de Inegi sobre el color de las personas como un predictor de logro y movilidad social.