La intervención comunitaria como coordenada fundamental para la prevención de la violencia de género
La modernidad, especialmente en su nueva versión del capitalismo neoliberal, colocó en el centro de la mirada sobre lo social al individuo, lo que implica en el análisis de los problemas sociales y de sus soluciones que se mira como propio de un individuo, desde las ciencias biomédicas, que han tardado décadas en incorporar de manera transversal las determinantes sociales de la salud al trabajo de prevención y promoción, hasta las disciplinas psi, que encuentran en los rasgos de personalidad o la dinámica de la estructura psíquica las causas de las conductas que dañan o generan malestar al otro.
En el caso específico de la violencia de género, aún se lee como un asunto de educación individual, personalidad o vinculada a factores personales –autoestima o inteligencia intrapersonal–. De la misma manera, una parte importante de las líneas de intervención para prevenir o atender esta forma de violencia mantienen la idea del cambio individual, aunque se utilicen estrategias grupales. Esta mirada individualista, mantiene la separación de lo privado y lo público, colocando la violencia de género en relaciones específicas y por tanto como un asunto privado.
Sin embargo, es interés central poner énfasis en aquellas propuestas que hacen una lectura que enfatiza lo colectivo como elemento de la violencia. Rita Segato (2017) plantea, por ejemplo, que un violador es un moralizador, que exhibe un castigo a las mujeres que rompen la jerarquización de género de una cultura patriarcal; es decir, un violador ejecuta un mandato social, uno de potencia masculina, según la autora–.
Por otra parte, Maritza Montero (2006), desde la perspectiva comunitaria, hace una crítica al empoderamiento como categoría de la intervención para mejorar las condiciones de poblaciones vulnerabilizadas. Según esta autora, el empoderamiento, por una parte, sitúa el poder como algo que se otorga en una especie de concesión; además, pone en lo individual los problemas de lo común. Frente a esto es que propone que las problemáticas sociales se encuentran en el orden de lo común, y que es el fortalecimiento de las comunidades una línea de trabajo con mayor pertinencia.
Con lo anterior, se propone entender que las formas diversas de violencia de género están en el orden de lo común y, por tanto, de lo comunitario. Ello implica que la violencia de género es posible por una cultura patriarcal caracterizada por un desprecio a la feminidad y lo femenino, además de que este desprecio lleva a debilitar el tejido comunitario de diferentes espacios sociales, impidiendo ver a las mujeres y las personas feminizadas como iguales, de tal suerte que, bajo esas coordenadas, cualquier varón puede ejercer violencia.
Prevenir la violencia de género, entonces, debe tener como coordenada fundamental la reorganización del tejido comunitario, donde se resignifique el lugar de lo femenino y la feminidad. Reorganizar el tejido comunitario, fortalecer los lazos entre todas las personas, aumentar el compromiso entre la comunidad y reconocer los problemas aparentemente individuales como comunes, son algunos elementos que se deben integrar en una propuesta comunitaria de prevención de la violencia de género.
En estas coordenadas, los feminismos comunitarios tienen experiencias interesantes de incorporación de relaciones justas, de modificaciones de patrones culturales y de procesos colectivos de defensa de las mujeres. De esta manera, se propone potenciar el trabajo desde una perspectiva comunitaria, como coordenada indispensable para prevenir la violencia de género.
Colaboración de Guillermo Hernández González, profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro y docente del “Diplomado de género y prevención. Formación para la intervención social” del CIAD
Referencias
Montero, M. (2006). Teoría y práctica de la psicología comunitaria. La tensión entre comunidad y sociedad. Paidós.
Segato, R. (2017). Las estructuras elementales de la violencia: Ensayos sobre el género, la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Traficantes de sueños.