La lucha de las mujeres por su emancipación: el entramado entre la teoría feminista y la perspectiva de género (preámbulo)
El feminismo es una cuestión de derechos, enuncian actualmente algunas feministas y abogadas estudiosas del Derecho. Y sí, en efecto, los inicios del feminismo se pueden registrar en la historia de las mujeres como la lucha por conquistar derechos sociales, laborales y políticos. No es equívoca la definición; sin embargo, el feminismo, desde miradas integradoras, además de ser la larga historia de la lucha de las mujeres por ser consideradas ciudadanas iguales a sus pares varones, es también un paradigma teórico-político, una epistemología conceptual y un método particular de comprender y explicar el mundo que propone la deconstrucción del sexismo como hegemónico y cuestiona y profundiza sobre la complejidad de las dinámicas cotidianas entre los seres humanos. En la crítica a lo hegemónico, cuestiona el orden patriarcal subyacente que construye un tipo de relaciones entre los distintos sexos, géneros y grupos sociales y reproduce y sostiene el desarrollo del capitalismo como el orden social, y crea conceptos para su comprensión y análisis.
El cuerpo conceptual de la teoría feminista se estructura en el centro de las ciencias sociales a partir de las distintas disciplinas que la integran, implica el cuestionamiento de la concepción androcéntrica del pensamiento científico y al mismo tiempo propone una manera del quehacer investigativo, una forma de producción y de comprensión del conocimiento para entender el desarrollo social y humano, hasta lograr proponer en la práctica estrategias para la vida en sociedad que genere un mundo más igualitario, una vida digna para todas las personas.
El feminismo es pensamiento crítico, cuestiona “lo natural” y entiende este concepto como el orden en un sistema patriarcal1 que norma los cuerpos de hombres y mujeres, negando la diversidad y construyendo inequidades a partir de las diferencias, y pone en tela de juicio a un sistema de autoridades que arranca libertades y niega el ser de las personas, en un afán de lo hegemónico.
El feminismo es, pues, insurrección permanente porque cuestiona de manera profunda el orden de subordinación y el ejercicio del poder más allá de la explotación económica, el poder que somete para negar las diferencias de clase, de género, de sexo, de color de piel, de condiciones humanas.
El feminismo como movimiento social-político creó un nuevo sujeto social: las mujeres, y esos son sus inicios en el recorrido de la historia y la ciencia. En este recorrido se fueron creando distintos planteamientos y corrientes: academia, teoría y política. En la academia la teoría feminista ha sido la hija incómoda de toda institución; pensemos lo difícil que ha sido no solo desarrollar el interés por la investigación de la historia y la condición de las mujeres, sino de la ausencia en la inserción y la transversalidad de los denominados estudios de género en universidades y centros de posgrado, habiéndose convertido o “expresado” casi todo en política de género, aceptada y casi impuesta por mandatos de las pautas de instituciones internacionales en la materia.
Como profesora-investigadora de nuestra institución y como antropóloga feminista por vocación básica, decidí conmemorar este 8 de marzo escribiendo, de forma breve y fraccionada, el recorrido de estas transiciones, destejer el entramado de las distintas etapas y posturas con el fin de desarrollar y ampliar la comprensión de estas ideas que presento para avanzar en el reconocimiento del proceso de construcción de este paradigma y posicionar los estudios de género en su justa dimensión, con un segundo objetivo: intentar exponer el camino recorrido para llegar a eso que asumimos como dado y que se nombra perspectiva de género.
Esta introducción tiene el interés de preludiar un par de contribuciones más; breves escritos de un recorrido histórico que nos permita comprender por qué, como dijera Alda Facio, “el feminismo es una teoría y una práctica política autónoma que desarrolla y critica las ideas que lo preceden como lo hacen todas las teorías, doctrinas o corrientes del pensamiento”.
[1] Según la feminista radical Kate Millett, el patriarcado se rige por dos principios: el dominio del macho sobre la hembra y del macho adulto sobre el joven. Por lo demás, su diversidad es enorme, se adapta a diferentes sistemas económico-políticos (feudalismo, democracia occidental, socialismo real…) y es universal.
Colaboración de Gilda Salazar Antúnez, profesora investigadora de la Coordinación de Desarrollo Regional