La papaya es un fruto ampliamente consumido en México, ya que, además de su agradable sabor, posee propiedades nutricionales destacables, como son su alto contenido de fibra dietaria, compuestos antioxidantes, vitaminas, minerales y enzimas que favorecen la función del sistema digestivo.
Su cultivo se concentra, principalmente, en los estados de Veracruz, Colima, Michoacán, Chiapas, Oaxaca y Yucatán; cada uno con su vocación productiva y cultura de manejo agronómico, apegadas a la realidad comercial de los productores.
La variedad más comercializada en el país, debido a que es la que destaca por su mayor superficie de cultivo, es la Maradol; sin embargo, el híbrido Tainung, que presenta algunas ventajas de resistencia, ha mantenido una superficie menor, pero en crecimiento sostenido, al tiempo que se abre paso en el mercado.
Los obstáculos a vencer
Para llegar hasta el consumidor final, esta fruta enfrenta una serie de obstáculos, entre los que se encuentran la resistencia a problemas fitosanitarios y adaptabilidad a condiciones climáticas.
La Dra. Adriana Sañudo Barajas, investigadora de la Coordinación Regional Culiacán del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), explicó que las dificultades de manejo de la cadena productiva de la papaya inician desde su genética, pues la baja proporción de sexo hermafrodita requiere producir grandes cantidades de plántula.
La papaya presenta una biología sexual reproductiva que puede ser de tres tipos: macho, que no produce frutos; hembra, que da una fruta redonda, y hermafrodita, cuyo producto es alargado. Este último tipo sexual es el seleccionado agronómicamente, para cumplir la demanda comercial de los consumidores finales.
Entre las barreras fitosanitarias a vencer se encuentra la presencia de nematodos, insectos, hongos, virus y fitoplasmas, principalmente, cuyo combate eleva los costos de manejo agronómico.
Asimismo, la naturaleza del anclaje de las raíces de la planta provoca volcaduras considerables durante el periodo de lluvias o de alta producción de fruta.
Por otra parte, la salinidad de suelos, ya sea de manera natural (asociada a regiones con mayor presión de aridez) o, bien, adquirida (a través del cultivo intensivo, manejo incorrecto del riego, uso prolongado de agua de alto arrastre mineral y falta de drenaje), influye en la compactación del suelo y en la toxicidad de las plantas, como consecuencia de la alta concentración de sales solubles.
El damping-off, término con el que se conoce a un fenómeno de muerte de plántulas a causa de la invasión ascendente y ahorcamiento de la base del tallo por distintos hongos fitopatógenos, es otro motivo por el que se elevan los costos de producción, debido a la necesidad de desinfectantes, fungicidas químicos, fungicidas biológicos y productos de bioestimulación, entre otros.
Finalmente, las condiciones climáticas afectan el ciclo productivo del cultivo, ya sea detonando la aparición de desórdenes fisiológicos o por mermas productivas. En la actualidad, el clima es el principal factor reconocido como causa de carpeloidía, un fenómeno en el que los estambres de la flor se fusionan con los carpelos, provocando una deformación tanto de la flor como del fruto a desarrollar. Cabe destacar que no se cuenta con alternativas de control de este desorden fisiológico.
La especialista en horticultura señaló que, aunado a lo anterior, las estrictas normas de tolerancia que imponen las agencias regulatorias internacionales son otra limitante que afecta los volúmenes de exportación del productor mexicano, dado que se ve restringido en sus opciones de control químico para enfrentar los problemas de manejo agronómico del cultivo.
Por último, la doctora en ciencias indicó que la creciente tendencia de consumo de productos orgánicos representa una oportunidad, puesto que significa el acceso a otros nichos de mercado, pero, en el caso de la papaya, son varios los retos de manejo de plagas y enfermedades que se requieren controlar antes de emprender ese camino.