Más agua, menos bebidas azucaradas: asignatura pendiente
Diversos estudios han evidenciado la relación del consumo de bebidas azucaradas con el desarrollo de obesidad. México es uno de los países con mayores índices de consumo de bebidas azucaradas y obesidad infantil.
De acuerdo a datos de Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Sobre Covid-19 (2021), alrededor del 92.9 % de la población escolar mexicana consume bebidas endulzadas, por lo que disminuir su consumo pudiera llegar a reducir la prevalencia de obesidad y sus comorbilidades.
Como parte de su formación académica como maestra en ciencias por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), Adriana Lucía Bojórquez Quintana realizó un estudio para evaluar el efecto de un programa de promoción del consumo del agua y sus prácticas de ingestión de bebidas azucaradas y su asociación con la composición corporal, en niños escolares de Hermosillo, Sonora.
Para realizar dicha investigación, bajo la dirección de la profesora María Isabel Grijalva Haro, académica de la Coordinación de Nutrición del CIAD, se contó con la participación de 41 niños(as) en edades de 7 a 12 años, quienes fueron reclutados en comedores comunitarios de la capital sonorense con el consentimiento de sus padres, madres o tutores.
A las y los niños se les evaluaron diferentes aspectos sobre conocimiento, comprensión y prácticas respecto a la importancia del consumo de agua. Asimismo, se realizaron cinco sesiones y talleres de veinte minutos cada uno, con el fin de promover la ingestión del vital líquido.
Como parte del estudio se les aplicaron cuestionarios a través de los cuales se les consultó su frecuencia de consumo de alimentos y bebidas. Además, se llevaron a cabo mediciones antropométricas de peso, talla, Índice de Masa Corporal (IMC) y circunferencia de cintura.
Entre los principales hallazgos, se encontró que tras un período de tres meses después de la intervención con los menores los resultados arrojaron que los participantes tuvieron un peso promedio de 33.96 kg, un IMC de -0.51 y una circunferencia de cintura 65.32 cm. Asimismo, quienes al inicio se encontraban en la clasificación de circunferencia de cintura en el percentil >90 eran el 9.75%, tras la intervención disminuyeron a 7.69%,. Se logró establecer que la composición corporal de los escolares no tuvo cambios significativos al terminar el período de intervención.
A través de un análisis de regresión lineal se encontró una asociación significativa (p<0.05) que reflejó que entre mayor era el z IMC (índice para niños/as), mayor era la cantidad de mililitros de bebidas azucaradas consumidas.
En cuanto a la dieta de los escolares, se observó una disminución del consumo de carbohidratos en un decremento de 90 g (p<0.05). No obstante, el consumo de agua disminuyó en 100 ml y, por el contrario, el de bebidas azucaradas aumentó 223 ml. Asimismo, se determinó que la ingestión de agua fue de 1,250 ml/d, lo que significa un consumo aproximado de 5 vasos al día, que es menor a la recomendación de 8 vasos diariamente.
Aunque a través del programa de intervención no se logró promover el incremento en el consumo de agua y la disminución del consumo de bebidas azucaradas, se encontraron cambios en los conocimientos de los niños sobre los beneficios del consumo de agua y el efecto nocivo que causan las bebidas azucaradas.
Los anteriores resultados pudieran deberse a que el estudio se realizó durante el periodo de confinamiento por la pandemia COVID-19, donde los niños no asistían a la escuela y en sus hogares tenían mayor acceso a bebidas endulzadas.
Respecto a estos hallazgos, Bojórquez Quintana considera que las autoridades correspondientes deben implementar políticas públicas que incluyan programas de promoción de consumo de agua, sobre todo en los recintos escolares y espacios públicos, donde se deberá contar con agua potable y suficientes bebederos que se encuentren en condiciones óptimas para que los niños tengan acceso a este vital líquido. Asimismo, agregó que se requiere de mayor publicidad en campañas de promoción y educación que conlleven a disminuir la ingestión de las bebidas azucaradas, ya que está demostrado el efecto nocivo de este tipo de bebidas y su relación con el riesgo de sobrepeso, obesidad y otras enfermedades crónicas no transmisibles.
Este estudio pudiera considerarse como un programa piloto y para futuras intervenciones se recomienda aumentar el tamaño de la muestra, el tiempo de intervención y la inclusión de los padres en el estudio, dado que se mostró que un 30% de los padres no tenía conocimiento sobre el efecto nocivo del consumo de bebidas azucaradas y su apego a consumir este tipo de bebidas.