En el centro histórico de la Ciudad de México hay una imagen que se ha vuelto común entre los capitalinos: hombres apostados a un costado de la Catedral Metropolitana que ofrecen sus servicios como albañiles, electricistas o plomeros. Una escena que refleja la situación del desempleo en el país y a la que pudieran sumarse ingenieros, economistas, arquitectos, médicos…
En países desarrollados se ha observado que el cambio tecnológico ha impactado en el mercado laboral, demandando personal calificado al que se le ofrecen mejores salarios; sin embargo, en México esa tendencia no se ha presentado. La precarización del trabajo y menores salarios han sido la constante.
Los reportes Perspectivas para el Empleo 2016 e Igualdad de Género en la Alianza del Pacífico, elaborados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), muestran que en el país se vive una situación “complicada y preocupante” en materia laboral, debido a que los salarios han caído uno por ciento en promedio de 2007 a 2015, en tanto que el desempleo no ha recuperado los niveles previos a la crisis de 2008.
Y es que, señala el reporte presentado en julio pasado, 58% de la población mexicana entre 15 y 75 años estaba desempleada en el último trimestre de 2015, en contraste con 61% que fue reportado a finales de 2007.
El estudio detecta además otros desafíos preocupantes, como el aumento en las desigualdades en el mercado laboral, la débil recuperación de los salarios y el bajo crecimiento de la productividad.
Desde esta perspectiva, interesados en conocer cómo ha influido el cambio tecnológico en el mercado laboral en México, los doctores Mario Camberos Castro y Luis Huesca Reynoso —académicos de la Coordinación de Desarrollo Regional del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD)— analizaron esta situación antes, durante y después de la crisis económica de 2008 con el propósito de dilucidar la relación entre el cambio tecnológico y el deterioro de los salarios en las regiones del país, así como en el incremento de los niveles de empleo informal.
A través del proyecto “Impacto del cambio tecnológico en el mercado de trabajo de México” —realizado con apoyo de la convocatoria de Ciencia Básica 2008 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)—, los académicos del CIAD analizan el efecto que ha tenido este factor. Los resultados se abordan en el libro Mercado laboral y cambio tecnológico en México. Tendencias, sectores y regiones, coordinado por ambos investigadores, y en el que también participan especialistas en temas laborales.
Impacto heterogéneo en el país
En la primera década del siglo actual se presentó un incremento del empleo calificado, particularmente en la frontera norte del país; no obstante, en los últimos años se dispararon los índices de empleo informal, lo cual se ha traducido en tasas de desempleo relativamente bajas.
Los trabajos presentados en el libro muestran, con base en la evidencia empírica, que se ha registrado una reducción de las diferencias salariales entre los trabajadores calificados y no calificados, dado el detrimento en el salario de los primeros, que en su mayoría se ubican en puestos que requieren un grado académico y mayor nivel de calificación.
Además, destacan que el cambio tecnológico sesgado ha tenido un impacto heterogéneo en el país y que no se ha traducido en mayores remuneraciones para el capital humano. Y es que existe un desfase entre la oferta y la demanda de mano de obra, debido a que cada vez hay más trabajadores calificados que no encuentran empleos acorde con su formación.
El doctor Mario Camberos Castro, investigador nacional nivel II, analizó la desigualdad salarial entre las regiones de México en función del efecto del cambio tecnológico en los servicios, partiendo de la hipótesis de que el uso intensivo de equipo de cómputo explica la diferencia salarial en el periodo 1998-2008.
Explicó a la Agencia Informativa Conacyt que el sector servicios concentra la mayor población económicamente activa (aproximadamente 60%) y que este es el que más ha incorporado la tecnología basada en las computadoras y todos los medios que las rodean.
Detalla que los resultados muestran el impacto del cambio tecnológico en el mercado de los servicios, siendo las regiones Capital (Ciudad de México y Estado de México) y Centro (Colima, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos y Puebla) las que más han absorbido la tecnología, seguidas de la región Frontera (Baja California, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas), en la que se han visto mayores beneficios del cambio tecnológico.
Contrario a ello, en las regiones Sur (Chiapas, Guerrero y Oaxaca) y Península (Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán) ha habido menor penetración tecnológica.
“Este hallazgo nos permite interpretar que el uso de la tecnología puede hacer la diferencia entre una y otra región tecnológica del país”, asegura el investigador.
A partir de ello, analizaron si las regiones con más escolaridad permitían al trabajador mexicano obtener mejores remuneraciones, pero “resulta que en esencia no es así, porque el hecho de tener mayor escolaridad no garantiza un mejor salario, como sí ocurrió en décadas anteriores”.
Para el doctor Luis Huesca Reynoso, también investigador nacional nivel II, este fenómeno se explica porque las actividades laborales actualmente son más funcionales; esto es, la combinación de la escolaridad con las funciones que realiza el trabajador.
Hipotéticamente, si los trabajadores tienen habilidades y actividades cognitivas y abstractas, a diferencia de las que son manuales o rutinarias, podrán explotar su potencial y, por lo tanto, tener mejores salarios, explica.
Sin embargo, esta premisa no se observa en la realidad laboral mexicana, debido a que en las últimas décadas se ha registrado un desplome en las remuneraciones en el trabajo calificado.
“A partir de 2005 se ha presentado una caída en términos reales en el salario para el trabajo calificado, más acentuada tras la crisis, porque no se está generando la misma oferta de egresados universitarios y empleos. Esta brecha se traduce en una caída en la desigualdad salarial, ya que hay una menor desigualdad de los salarios que no es del todo beneficiosa, debido a que va en contra de lo que dicta la teoría de capital humano, que a mayor estudio mayor capital humano y mayor salario”, enfatiza.
Menor poder adquisitivo
El poder adquisitivo del salario en México cada vez es menor. El reporte México: Más Miseria y Precarización del Trabajo, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), detalla que de diciembre de 1987 a abril de 2016 la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo fue de 79.11%, en tanto que, como consecuencia del insuficiente ingreso para adquirir la canasta básica recomendada, 32 millones de trabajadores sobreviven en diferentes niveles de pobreza.
De acuerdo con el reporte, los trabajadores mexicanos requieren un ingreso mensual promedio de $6,403.80, equivalente a casi tres salarios mínimos diarios.
El doctor Mario Camberos Castro explica que a los trabajadores mexicanos cada vez les alcanza menos su salario para adquirir la canasta básica; de ahí que “los salarios necesitan tener una base más alta para que el rebote sea a una base más alta y que no tengan que tocar fondo para comenzar a subir”.
Recientemente la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) estableció que a partir del 1º de enero el salario mínimo en México tendrá un aumento de 3.9%, equivalente a cuatro pesos, quedando en $80.04 diarios.
Este mínimo aumento no es el adecuado, por lo que, en distintos foros, el gobierno de la Ciudad de México y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) han promovido que se fije en $89.35.
Para el investigador, estos ingresos mínimos son insuficientes para mantener un nivel de vida que esté por encima del bienestar mínimo de la población.
“La informalidad del mercado laboral es la que ha abonado para que los salarios sean bajos, porque hay millones de mexicanos dispuestos a trabajar por un salario bajo que supere en parte los ingresos que obtienen en el sector informal”, considera.
Outsourcing
Por otra parte, los modelos de subcontratación laboral (outsourcing) han ido al alza en el país, pues según datos de los Censos Económicos 2014, creció en 48% en los últimos 10 años. Las estadísticas indican que de los 29’642,421 personas que hasta 2014 se encontraban ocupadas, 16.6% no era dependiente de la razón social en que trabajaban, es decir, estaba bajo un régimen de subcontratación. Estos números ubican a México en el quinto lugar en subcontratación a nivel Latinoamérica.
Entre los aspectos que la reforma laboral de 2012 incluyó, fue la formalización y regulación de la subcontratación, con el propósito de que se ofreciera a los trabajadores prestaciones de ley, como seguridad social.
A la fecha, a pesar de la existencia de dichas leyes —destaca el doctor Luis Huesca Reynoso—, prevalecen relaciones de trabajo en que no existen contratos de por medio.
“Los contratos son una parte del mercado laboral que le dan una formalidad para que no se abuse de las condiciones laborales ni del salario; de lo contrario, el outsourcing seguirá teniendo como consecuencia que los salarios se mantengan a la baja”, considera.
Recomendaciones
El resultado de los trabajos vertidos en el libro Mercado laboral y cambio tecnológico en México. Tendencias, sectores y regiones conduce a algunas reflexiones que permitirían a las instancias de gobierno correspondientes modificar el panorama laboral nacional.
Entre ellas destaca que el sistema educativo requiere una reforma orientada a la formación y capacitación del capital humano de alta calidad y mayor competitividad, enfocado a que los estudiantes sean capaces de crear su propia empresa, innovar y desarrollar nuevas y mejores técnicas productivas.
Asimismo, se señala la pertinencia de fortalecer la presencia del Estado como ente impulsor de la innovación e investigación en los procesos productivos, a través de la vinculación tripartita con empresas y universidades, así como mediante su intervención para restaurar el empleo a través del aumento de la demanda agregada, y el fomento de una mayor inversión y crecimiento a través de la descentralización y aprovechamiento de las economías de escala regionales.
Finalmente, como parte de los resultados se destaca la conveniencia de que la tercerización de la economía se vea como una oportunidad para que áreas como la ingeniería y la tecnología encuentren la manera de insertarse, así como la necesidad de revalorar la política de inversión pública y privada hacia los sectores que ofrecen mano de obra capacitada, a fin de incrementar la productividad, mejorar los salarios e incentivar la economía.
Colaboración de Ana Luisa Guerrero, corresponsal de la Agencia Informativa Conacyt.