Niños promotores de salud, un modelo para el desarrollo de una vida saludable
Además de su participación en la formación de hábitos de estudio y de convivencia, la escuela es un espacio propicio para desarrollar prácticas de higiene comunitaria que tienen un impacto importante en la vida de los niños. Tanto organizaciones internacionales como investigaciones académicas reconocen las potencialidades de las escuelas para promover prácticas saludables, entre ellas las de alimentación y actividad física.
Sin embargo, diversos estudios han mostrado que los programas de educación nutricional tienen un impacto limitado en el tiempo; es decir, que, si bien incentivan cambios en el corto plazo, no se sostienen a lo largo del tiempo. Ello se ha relacionado tanto con una visión simplista del problema, como con el hecho de no considerar que entre sus determinantes está no solo el comportamiento individual, sino una complejidad de factores tanto comunitarios como de política pública, que propician o no un ambiente alimentario de riesgo para la salud.
Por ello, enfrentar el problema de obesidad infantil requiere de estrategias que involucren a todos los actores y ambientes determinantes; no obstante, también es necesario que las soluciones sean sostenibles a través del tiempo, esto es, que los cambios logrados no se mantengan vigentes solamente durante la implementación de los programas y a corto plazo. Otro aspecto importante es que el tratamiento de la obesidad como enfermedad ha propiciado un ambiente de estigmatización social asociado a los esfuerzos de tratamiento y prevención que no motivan la adherencia en distintas prácticas de alimentación saludable y actividad física.
En este contexto, algunas investigaciones académicas sugieren que para que se establezcan prácticas de cuidado de la salud que perduren en el tiempo, es necesario identificar necesidades y actores dentro de los contextos comunitarios locales y en ejercicios de análisis y acción participativos, es decir, mediante la reflexión comunitaria acerca de las necesidades y propuestas de solución de los propios individuos y comunidades; la propuesta es la investigación-acción participativa.
De acuerdo con estos antecedentes, desde el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) se planteó la propuesta de un modelo de niños promotores de salud en escuelas primarias públicas. Algunas investigaciones sugieren que el rol de los promotores de salud y educadores, particularmente durante esta situación de pandemia, es crítico, ya que estos forman parte de un grupo de apoyo dentro de la comunidad, al mismo tiempo que promocionan activamente hábitos saludables. Particularmente, en esta investigación del CIAD se propone que un programa de niños promotores de salud puede ser una herramienta sostenible para la promoción de la salud que propicie el autocuidado de los escolares.
La metodología se basa en una primera reflexión con la comunidad escolar sobre el rol y las características que debe tener una persona para ser un buen promotor de salud; los niños participan en un ejercicio de selección de pares con el fin de que se capaciten como promotores de salud –proceso que facilitan los investigadores– y posteriormente desarrollan estrategias y acciones que promuevan la alimentación saludable y la actividad física entre sus compañeros. Este proceso se ha probado en un ejercicio piloto con resultados prometedores.
En el proyecto participan las ciudades de Mexicali (Baja California), Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) y Hermosillo (Sonora), con el fin de documentar los aspectos del modelo que podrían apoyar su traslación a otros contextos nacionales. Los equipos están coordinados por Daniela González Valencia, Adriana Caballero Roque y María Isabel Ortega Vélez, respectivamente. En Hermosillo participa además la estudiante de doctorado en ciencias Karla Alejandra Bon Padilla.
Colaboración de María Isabel Ortega Vélez, investigadora de la Coordinación de Nutrición del CIAD, y Karla Alejandra Bon Padilla, estudiante de Doctorado en Ciencias del CIAD.