¿Qué pasa con las dislipidemias?
Las dislipidemias son un conjunto de alteraciones metabólicas que se caracterizan por una concentración anormal de lípidos o lipoproteínas en la sangre, tanto por exceso (hiperlipidemias) como por defecto (hipolipidemias); suelen ser asintomáticas y son el principal factor de riesgo para la aparición de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, es importante tener claro que no todas las dislipidemias son iguales, ya que el riesgo cardiovascular al que predispone cada una de ellas es diferente, pues es dependiente del tipo de lipoproteína que esté alterada y de sus niveles en la sangre (plasma).
En este sentido, para poder determinar el riesgo cardiovascular de un individuo y realizar una correcta estrategia para el diagnóstico de las dislipidemias, es necesario conocer su clasificación y las características fundamentales de cada una para identificarlas correctamente y empezar el tratamiento farmacológico, en los casos que sea necesario.
Las dislipidemias se clasificaban para fines prácticos en tres grandes grupos: 1) Hipercolesterolemias aisladas, las cuales se manifiestan con niveles sanguíneos altos de colesterol total (CT). 2) Hipertrigliceridemias aisladas, definidas por niveles sanguíneos altos de triglicéridos (TG). 3) Dislipidemias mixtas, las cuales se manifiestan con niveles sanguíneas altos de CT y TG. Es importante resaltar que este sistema no tiene en cuenta los trastornos de lipoproteínas específicas, como concentración anormal de lipoproteína de alta densidad (HDL) o concentración anormal de lipoproteína de baja densidad (LDL). Estas últimas anormalidades pueden contribuir al desarrollo de las enfermedades cardiovasculares por sí mismas, aun teniendo niveles normales de colesterol y triglicéridos.
Según su etiología, es decir, según la causa o las causas que las originan, las dislipidemias pueden clasificarse en primarias o secundarias. Las primarias son caracterizadas por defectos en las enzimas, receptores o metabolitos que participan en la síntesis y eliminación de las lipoproteínas, o de origen genético, dentro de las cuales, las más frecuentes son la hipercolesterolemia familiar, hipertrigliceridemia familiar e hiperlipidemia mixta. Las secundarias son las derivadas como consecuencia de otras enfermedades como diabetes, hipotiroidismo, síndrome nefrótico y obesidad, así como de otros factores ambientales, como pueden ser el tabaquismo, sedentarismo o malos hábitos alimentarios, entre otras.
En las dislipidemias secundarias, la hipertrigliceridemia es más frecuente en personas diabéticas, mientras que la hipercolesterolemia es más habitual en personas no diabéticas. En el diagnóstico etiológico es importante reconocer si el origen predominante es primario o secundario, teniendo en cuenta que, en la mayoría de ellas, la alteración lipídica es el resultado de la interacción entre factores genéticos y ambientales.
Por tanto, el diagnóstico de dislipidemias a partir de un análisis de rutina de laboratorio consistente en la medición de las concentraciones plasmáticas de colesterol total, triglicéridos y lipoproteínas de alta (HDL) y baja (LDL) densidad es de importancia debido a que su relación con las enfermedades cardiovasculares es causal y presentan una gran morbimortalidad.
Por último, es importante resaltar que no todas las dislipidemias son igualmente aterogénicas, por lo que su identificación es necesaria y el laboratorio clínico desempeña un papel fundamental para un diagnóstico certero, de ahí la importancia que estos utilicen los criterios estándar establecidos por las organizaciones internacionales especializadas, como lo son el National Cholesterol Education Program, National Institute for Health y el Care Excellence, European Atherosclerosis Society.
Colaboración de Ana Cristina Gallegos Aguilar y Julián Esparza Romero, investigadores de la Coordinación de Nutrición del CIAD.