El tomate es ampliamente consumido en todo el mundo, en virtud de que es fuente de carbohidratos, minerales, ácidos orgánicos, vitaminas, fibra y compuestos nutracéuticos.
De 1994 a 2014, la producción mundial de esta hortaliza se ha concentrado, en orden de importancia, en China, Estados Unidos de América (EE.UU.), India, Turquía, Egipto, Italia, Irán, España, Brasil y, en décimo lugar, México (FAO, 2017).
De acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, en los últimos quince años nuestro país produce, anualmente, de dos a tres millones de toneladas de tomate.
En el mundo la ingesta de esta hortaliza es muy dinámica; los diez principales países productores presentan un comportamiento anual variable: en Brasil, México e India se consumen menos de 20 kg; en China, EE. UU. e Italia de 20 a 40 kg; en Irán y España entre 40 y 60 kg, y en países como Egipto y Turquía hasta 90 kg. Sin embargo, a nivel mundial, el consumo per cápita de tomate, en los últimos cinco años, es de aproximadamente 20 kg por año.
Comercialmente se producen tomates tipo bola, saladette, cereza y los “arriñonados”. En estos últimos, México cuenta con una gran riqueza genética en el centro y sur del país, de tal forma que actualmente se realizan esfuerzos, mediante mejoramiento genético, para aprovechar la diversidad de esta especie y presentar alternativas en la producción de tomate convencional.
En este sentido, se han reportado evaluaciones de poblaciones nativas de tomate, las cuales presentaron calidad superior en sólidos solubles totales, acidez, vitamina C, color y carotenoides, respecto a cultivares comerciales.
Sin embargo, los estudios sobre el contenido de carotenoides en tomates nativos son escasos en nuestro país, lo cual abre posibles líneas de investigación para estudiar este grupo de compuestos, debido a su impacto tanto en la salud humana como en la pigmentación del fruto.
Dentro de este conjunto de pigmentos se encuentra el β-caroteno (betacaroteno), que actúa como sustrato para la síntesis de vitamina A y, por otro lado, el licopeno, el cual presenta actividad antioxidante contra especies reactivas de oxígeno y otros radicales libres.
Se ha reportado que el consumo de licopeno puede reducir el riesgo de padecer enfermedades crónicas tales como cáncer de próstata, colon, osteoporosis y cardiovasculares.
Por tanto, actualmente en la Coordinación Regional Culiacán del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) se estudia la presencia de licopeno y betacaroteno en acervos de tomate nativo de México, con el propósito de conocer su concentración, ampliar la oferta de cultivares a los productores del país y presentar alternativas de esta especie en beneficio de la salud del consumidor.
Colaboración del Dr. César San Martín Hernández, catedrático Conacyt adscrito al CIAD Culiacán.